Alquibla
En aquellos tiempos en los que la industria televisiva parecía propensa a asumir retos culturales de un cierto calado, varios proyectos desarrollados en distintos países siguieron la senda abierta por Civilización. Si nos centramos en nuestro ámbito más próximo hallamos sobre todo dos iniciativas notables. Una es la coproducción hispano-británica El espejo enterrado, en torno a la cultura de América Latina con guión de Carlos Fuentes, grabada entre 1989 y 1991. Y otra anterior, y más extensa, que realizó Juan Goytisolo sobre el mundo islámico: Alquibla, y de la que se rodaron dos entregas de programas. La primera entre 1987-1988 en Turquía, Marruecos, Egipto, Jordania y Palestina. La segunda, en 1989-1990, en Argelia, Turquía, Egipto, Mali, Uzbequistán e Irán. Hubo una tercera serie proyectada que no llegó a ver la luz. Desde la perspectiva actual, rememorar cómo el ente público Televisión Española encargaba a un reconocido autor nacional la conducción de una serie de gran presupuesto destinada a temas culturales —y luego la emitía varias veces, y con éxito— despierta una irresistible nostalgia.
El propósito de Goytisolo con Alquibla era, según él mismo ha relatado, “devolver al islam su dimensión actual e histórica: la de una cultura plural, diversa y contradictoria, extraordinariamente viva”, mostrando su religión, pero también “su arte, urbanismo, paisaje, música, costumbres, política, misticismo, fiestas, celebraciones rituales”. Y ello, desde el punto de vista formal, mediante una “selección amorosa de imágenes transmisoras de conocimiento y sensibilidad destinadas a ampliar y a veces corregir la visión del público occidental y no occidental acerca de una gran civilización que forma parte de nuestra historia y a la que debemos dejar de contemplar con los ojos precavidos de un enemigo”.
El proyecto Alquibla, además de la serie, inspiró dos volúmenes: De la Ceca a La Meca y Aproximaciones a Gaudí en Capadocia. Algunos de los textos que incorporan fueron primero artículos (generalmente para El País), luego guiones y finalmente capítulos. Sus páginas, a veces melancólicas, trasmiten generalmente más entusiasmo por la cultura popular del Islam que por la alta cultura, e incluyen vivencias personales tan curiosas como las pernoctaciones del escritor en el cementerio de El Cairo, dentro de “un hospitalario panteón familiar” (en el reportaje “La ciudad de los muertos”). Algunas ya son hoy clásicas y de lectura obligada para cualquier persona con inquietudes, como las dedicadas a la plaza Jemaa el Fna de Marrakech, “patrimonio oral de la humanidad”.
Junto a esta labor de periodista cultural a pie de calle, Goytisolo ha abordado también la cuestión de la cultura islámica desde una perspectiva más ensayística en los textos de sus Crónicas sarracenas, donde analiza el legado de figuras como Ali Bey o sir Richard Burton, las vicisitudes del mudejarismo o la cara y cruz del “moro” en nuestra literatura.
En un contexto de periodismo cultural español mayoritariamente abocado a difundir las experiencias europeas y estadounidenses, el autor barcelonés ha perseverado a lo largo del tiempo en la tarea de explicar, a través de medios de comunicación de amplia resonancia, aspectos muy variados del universo islámico. Algo tan atípico como definitivamente necesario, y muy destacable, en un país con la tradición histórica del nuestro.