El otro padrecito
Siendo muy joven un incidente marcó al aristócrata hasta transformarlo en un apóstol de la no violencia. En Lucerna, en el verano de 1857, Tolstói presencia cómo un cantante tirolés es ninguneado por los huéspedes de un hotel. Fue cuando, escribe, “Me invadió una gran amargura, estaba avergonzado de pertenecer a la clase que pertenezco, es como si yo hubiera pedido el dinero y me lo hubieran negado, exigí las mejores viandas y el mejor champán y les hice a todos comer y brindar con el artista”; desde ese momento, se opone al zarismo, oposición que se acrecentaría con el transcurso del tiempo. Lo demuestra su espinosa correspondencia (Acantilado, 2008, traducción al español de Selma Ancira) con el “liberal” Alejandro II, que había ordenado allanar su casa en 1869; y la demoledora epístola que le envía a Nicolás II, en 1902, donde lo acusa de tirano que masacra al pueblo: “las multitudes que le aplauden, no van a verlo, van a ver un espectáculo, una mascarada”. Esta carta está dictada tres años antes del Domingo Rojo y es un quindenio anterior al estallido de las revoluciones del 17, lo que nos advierte acerca de su crudo y certero análisis. No era de extrañar que Nicolás II presionara al Patriarca ortodoxo para organizar su excomunión y que además ordenara prohibir la Sonata a Kreutzer; “su Cristo no es el nuestro”, dijo el zar. La cuestión venía de lejos: en 1889 el conde Tolstói había hecho un llamamiento para que se perdonara la vida a los anarquistas que asesinaron a Alejandro II, apelando a la misericordia cristiana. Esto colmó la paciencia del zarismo, que sin embargo no pudo atentar contra su vida porque era considerado casi un santo.
Si bien Tolstói pidió a Dios que lo librara de su personaje más conseguido, Anna Karénina, siempre fue un orgullo para él la epopeya de Guerra y paz. Al principio fue publicada en capítulos por el magnate Mihail Katkov en el Noticiero de Moscú, entre 1864 y 1869, consiguiendo miles de lectores que se triplicaron cuando la novela se editó en cuatro tomos. Este inmenso tapiz comienza a urdir su trama sobre 1804 y finaliza antes de la revuelta de los decembristas del 25. En ella se dibuja un heraldismo trágico compuesto por familias aristocráticas, reales o inventadas, porque la frontera entre imaginación y realidad es difícil de discernir a lo largo de páginas que describen la invasión napoleónica a Rusia mejor que cualquier manual al uso. Guerra y paz es seminal, sesuda, madre fundadora de la novelística mundial. En definitiva, una obra maestra.