Fotógrafos y escritores: un diálogo fecundo
Entre los primeros fotolibros franceses, destaca, en 1930, uno póstumo en torno al fascinante Atget: su París, clave para los surrealistas y para Walter Benjamin. Lo prologó Pierre Mac Orlan, cómplice también del Hamburg (1928) de Alfred Rupp; de Aveux non avenus (1930) de Claude Cahun; de la primera monografía sobre Germaine Krull (1931); del Paris (1934) de Kertész; de Belleville-Ménilmontant (1954) de Willy Ronis… Francis Carco, por su parte, dialoga con René-Jacques en Envoûtement de Paris (1934), libro humilde, nada que ver con dos monumentos gallimardescos: Voyage au Congo (1929), Gide más fotos del periplo por Marc Allégret, y Banalité (1930), Fargue interpretado por Roger Parry y Fabien Loris.
Otro hito: con su encuadernación de anillas, el fabuloso Paris de nuit (1933) de Brassaï con Paul Morand, prologuista también del Paris (1928) de Bucovich, más Germaine Krull, y de Route de Paris à la Méditerranée (1931), entre cuyos colaboradores figura la alemana.
Esta gran tradición prosigue con Robert Doisneau, inmejorable cronista de La Banlieue de Paris (1949) con inmejorable prólogo de Cendrars; y con Paris des rêves (1950) de un Izis al cual acompañan los poetas, y que colaboraría con Prévert (Grand Bal du Printemps en 1951, y Charme de Londres en 1952) y Colette (Paradis terrestre, 1953)… Más en clave de vanguardia, 1929, poemas eróticos de Aragon y Péret ilustrados por Man Ray; o las colaboraciones de Éluard con el último de los mencionados, o con el rarísimo Hans Bellmer.
En Estados Unidos, esta historia comienza al alba del siglo, con la revista Camera Work del gran Stieglitz. Su colaborador Alvin Langdon Coburn es magnífico ilustrando a Henry James, antes de retratar en clave vorticista a Ezra Pound. Al mismo contexto pertenece The Bridge (1930), de Hart Crane con Walker Evans. Más hacia el Sur, diálogos de Álvarez Bravo con Octavio Paz, de Horacio Coppola (Buenos Aires 1936) con Anzoátegui y Prebisch, de Pierre Verger con los poetas bahianos…
¿España? Poco, y tarde. El precursor 50 fotos de Salamanca (1932) de José Suárez lo prologa Unamuno. En 1954 Català-Roca ilustra el Barcelona de Luis Romero y el Madrid de Cabezas. Luego, títulos capitalinos —pobretones de edición— de Paco Gómez con Mihura, de Ontañón con Carandell o de Carlos Saura con el Gómez de la Serna rastrista. Exquisito en cambio Les fenêtres (1958), Pomés ilustrando a Rilke traducido por Gerardo Diego; la maqueta, de Giralt-Miracle: póker de ases. Nicolás Muller dialoga con Azorín en España clara (1966). Benemérita la colección Palabra e Imagen (Lumen), donde salieron, entre otras obras maestras, Una casa en la arena (1966) de Neruda, con fotos de Isla Negra por Sergio Larrain; Izas, rabizas y colipoterras (1964) de Cela, acompañado por Joan Colom; y Prosa del observatorio (1972) de Cortázar, en colaboración con Antonio Gálvez…
El diálogo fotografía-literatura sigue vivo hoy —véase por ejemplo Bernard Plossu…—, pero por hoy dejaremos el recorrido en este punto.