La epifanía de Javier Marías
Y hasta cabe decir que un escritor es todo lo que ha escrito, no tal o cual título en particular. Tiempo atrás, Luc Moullet, en crítica de cine, estableció la diferencia entre los autores de “obras”, superiores a las demás de ellos mismos (Buñuel, Sternberg, Welles) y los autores de “obra”, un conjunto vasto que halla el sentido en la diversidad (Fritz Lang, Renoir, Godard). Sin duda, Javier Marías es un autor de “obra”; pero ello no me impedirá destacar los tres títulos para mí decisivos.
Por orden cronológico, el primero es Negra espalda del tiempo, libro a veces no bien comprendido y, a su modo, inigualable, que abre el camino, quizá sin saberlo aún, a su novela más extensa y abarcadora, Tu rostro mañana. Por estos dos libros, Javier Marías quedaría, incluso si nada más hubiera escrito, entre los grandes nombres de la narrativa contemporánea; en ambos, el trabajo en la compresión, dilatación o reformulación del tiempo es de los más audaces y logrados que ha habido en las vías de exploración abiertas por Proust y Faulkner. La lectura, por lo demás, de Tu rostro mañana en sintonía simultánea con Una vida presente de Julián Marías arroja sobre ambos títulos una vivísima e impensada, una “no usada” luz. Mas no son obras ancilares, sino vivísima refracción de un casi unamuniano juego de espejos que, confrontados, generan un tercer tiempo del texto, como en Cervantes la segunda parte del Quijote respecto a la primera y respecto a Avellaneda. De la nítida precisión y elegancia de la prosa de Tu rostro mañana —a un tiempo cervantina y jamesiana— nada diré ahora: es, desde luego, su principal herramienta de seducción, la ganzúa que abre las puertas marfil y de cuerno de la conciencia del lector, y convierte a estos libros, en sí mismos literariamente autorreferenciales, en un artefacto capaz de conseguir que el lector, llegado a cierto punto, no pueda, insólitamente en apariencia, sustraerse a la lectura.
Otro título, el más reciente, completa la tríada: Así empieza lo malo. Como siempre, lo narrado parece (al modo de Pirandello) a la vez verosímil e inverosímil: así parece nuestra vida. Y, como siempre, el drama y el humor coexisten; pero, sajado al bies, nos hallamos en otro momento de la vida del protagonista y de su país; no muy lejos, en el fondo, tanto de Negra espalda del tiempo como de Aquella mitad de mi tiempo. Cursiva y caracoleante sobre sí misma, la escritura, una vez más, nos prende y nos aprehende; vivimos en un mundo que tiene su cautivadora lógica propia, la lógica de los textos de Javier Marías. Como en los versos de Jorge Guillén: “La realidad me inventa. / Soy su leyenda. ¡Salve!”.