En busca de la serenidad
Vandalia publica el nuevo poemario de Javier Lostalé, ‘Cielo’, acompañado de un epílogo de Diego Doncel
Ampliamente reconocido por su labor radiofónica de difusión de la poesía, Javier Lostalé es también o sobre todo uno de los más intensos poetas de la generación de los setenta. El amor, la muerte, el tiempo, la soledad, la vida que se vivió y la que no se vivió, se escriben en su nuevo poemario, Cielo, publicado en Vandalia por la Fundación José Manuel Lara, con un lenguaje tenso y bello, de enorme carga emocional.“Profundamente humana”, como la define Diego Doncel en un epílogo escrito expresamente para la edición, “la poesía meditativa de Javier Lostalé nunca opera de manera abstracta, sino yendo a beber a lo real, haciendo de lo real el punto de partida y de llegada de cualquier reflexión. En Cielo, el poeta lleva a cabo un proceso de sublimación, de concentración expresiva, que si ya era perceptible en sus libros anteriores, aquí adquiere toda su plenitud. En él la desnudez, la depuración son primordiales. Ya no asistimos de forma explícita a la carga autobiográfica, sino que todos los elementos están sometidos a una prueba de despojamiento, de esencialidad, de reducción de la anécdota respecto al significado simbólico que esa anécdota concita”.
Lostalé, apunta Doncel, “se mira en el espejo de los años y ve que las heridas y las pérdidas son las líneas que forman su rostro, pero sobre todo aquel que ya no está, el que murió, el que se sepultó en la sombra”. Para el poeta, “existe en el libro un impulso al borramiento, una entrega a lo que ya no tenemos o nunca tuvimos, pero en lo que realmente fuimos y somos. Asimismo el pulso de lo invisible está presente en este título que, creo, forma una trilogía con los dos anteriores Tormenta transparente y El pulso de las nubes. Consumación ha sido para mí la escritura de Cielo, no en su significado de acabamiento, sino en el de abrazar el sentido total de cada latido; de modo que hasta la mayor pérdida puede engendrar serenidad”.
Se acentúan en esta entrega el mencionado despojamiento y la concisión que deben, en su opinión, estar siempre “en el horizonte del autor a la hora de crear, tras la expresión más desbordada de los primeros poemarios”. Con el paso de los años, “el yo se debilita y se encarna en un tú, con el distanciamiento que ello supone. Esto —explica Lostalé— nos lleva a prescindir de lo anecdótico y a buscar lo esencial que, en mi caso, conduce a desvanecer la figura del ser amado para, paradójicamente, alcanzar la fusión absoluta con él. Todo ello mediante un lenguaje lo más desnudo y sintético posible”. Pero esta natural evolución no ha afectado al núcleo de sus intereses: “En mi poesía, la columna vertebral es el amor, o quizás el desamor, y siempre intento ir más allá de una presencia convirtiéndolo en una indagación sobre el acto de existir, apoyada tanto en elementos emocionales como sensoriales y reflexivos”.
El trabajo de Lostalé como periodista, vinculado a Radio Nacional de España, le mantuvo sin publicar desde 1981 hasta 1995, lo que no significa que dejara de escribir poemas. Esta faceta profesional, de la que resalta “el enriquecimiento derivado del trato con grandes escritores y la satisfacción de haber dedicado muchos años a la promoción de la lectura”, también le ha servido para conocer mejor a los lectores: “El buen lector de poesía es fiel a sus poetas y tiene la capacidad de amanecer con cada nuevo libro. Un mismo libro de poesía pasa de unas manos a otras con más asiduidad que una novela. Soy optimista sobre este género del que es devota una inmensa minoría”.
Siempre generoso, el poeta celebra la pluralidad de voces entre los autores más jóvenes y destaca las enseñanzas de sus compañeros de generación, pero no cabe pasar por alto su contribución propia. “Tan lúcido como emocionante —concluye Doncel—, Cielo nos da la medida de un poeta verdadero. Uno de esos libros que no puede perderse la poesía de hoy”.
El Museo Carmen Thyssen de Málaga acoge una nueva edición del ciclo ‘Miradas de escritor’
Fernando Schwartz, Almudena Grandes, Espido Freire y Álvaro Pombo están siendo los protagonistas de este encuentro de la literatura con las artes plásticas
El Museo Carmen Thyssen de Málaga y la Fundación José Manuel Lara celebran en 2018 una nueva edición del ciclo ‘Miradas de escritor’, en el que participan destacados autores que ofrecen su particular visión sobre uno de los cuadros que componen la colección permanente del Museo malagueño. Fernando Schwartz, Almudena Grandes, Espido Freire y Álvaro Pombo han sido los invitados a la presente convocatoria, celebrada entre los meses de enero y febrero.El ciclo pretende poner de manifiesto que una obra de arte no es un hecho aislado, aunque sea única: no solo bebe de su contexto, sino que este también dialoga con aquella desde todos los ámbitos. Ya sea desde la crítica, la ficción o la poesía, la literatura a menudo toma como referente las artes visuales para generar sus contenidos siendo, a la vez, fuente de inspiración para los artistas plásticos. Con la intención de mantener vivo este juego de reciprocidad y búsqueda de correspondencias, el Museo Carmen Thyssen de Málaga invita a cuatro escritores a compartir sus impresiones sobre las obras que cada uno de ellos ha elegido de la colección.
La nueva edición fue inaugurada por Fernando Schwartz el pasado 18 de enero con su visión del cuadro Marina (Vista de la Bahía de Palma de Mallorca), c. 1905-1910, de Antonio Muñoz Degrain, un lienzo que para el escritor es “un perfecto ejemplo del colorido luminoso y alejado del academicismo que caracteriza buena parte de la trayectoria, a veces tenebrosa, del artista”.
La segunda intervención, el 25 de enero, corrió a cargo de Almudena Grandes, que eligió el lienzo Coristas (1927), de José Gutiérrez Solana, para su reflexión titulada Una luz amarga. “Escogí un cuadro espléndido de uno de mis pintores españoles favoritos. En esta obra de Solana se aprecia a simple vista la asombrosa síntesis entre tradición y modernidad que distingue la obra de un artista tan difícil de etiquetar como su obra. La mirada bizca de la muchacha que brinda con las piernas desnudas en una esquina de este miserable burdel de pueblo es una página de la Historia de España”, indicó la autora.
El 1 de febrero le llegó el turno a Espido Freire, que habló del lienzo Santa Marina, de Francisco de Zurbarán, c. 1640-1650, descrito en los siguientes términos: “Una santa gallega pintada por un pintor sureño. Una dama de la que sabemos que es santa porque así nos lo indica el título, pero que podría iniciar en cualquier momento una conversación con el espectador, en quien fija sus ojos negros, vivos e inteligentes. Una invitación al diálogo sobre el arte y cómo refleja lo que no puede contarse, la religión y sus misterios, y la rotunda, compleja figura de la mujer del cuadro. Una ocasión más para que la pintura, la palabra y el diálogo se encuentren”.
Por último, el ciclo lo cierra el 8 de febrero Álvaro Pombo. En su intervención, titulada Paquiro y Lorca, el autor ofrece su particular visión sobre el cuadro Francisco Montes, “Paquiro”, antes de una corrida. La despedida del torero (1847), de Ángel María Cortellini Hernández. Pombo destaca cómo el romanticismo y el costumbrismo de la obra retratan una época que Lorca no vivió, “aunque conociera la historia del toreo que tuvo gran influencia en sus poemas”.