Mapa de los desvelos
Fernando Delgado publica en Vandalia su nuevo libro de poemas
Menos conocida que su obra periodística o narrativa, la poesía de Fernando Delgado ha sido celebrada por críticos exigentes que reconocen en el canario a un autor con mundo propio y alta calidad expresiva. En Donde estuve, su quinta entrega desde Proceso de adivinaciones (1981), Delgado ha hecho recuento de su trayectoria en versos hondos que alternan la evocación de lo vivido, algunas de las referencias esenciales de su imaginario y el autorretrato moral. La infancia, el amor, el sexo, la muerte, las artes o la figura de la madre reaparecen en un libro que vuelve a los temas habituales del poeta, incluida su forma desconfiada y heterodoxa de entender la religiosidad.
Dividido en cuatro secciones que repasan la geografía personal, los escenarios de la memoria, los paisajes o los seres amados o perdidos, Donde estuve es un libro fundamental en su obra que “no se refiere —precisa el autor— a los espacios visitados, sino a distintos territorios de la intimidad, de la imaginación o del sueño. La memoria actúa como hilo conductor para evocar muy distintas emociones relacionadas con la propia vida y con la observación de la vida. Y asimismo de la muerte”. Hay, es cierto, referencias a lugares concretos, “la mayor parte de ellos italianos o andaluces, con alguna excepción como Viena, pero esa selección la ha hecho la vida y es la memoria la que se ha encargado de reconstruirla”.
No ha sido Delgado un poeta de entregas regulares. “Cuando José Hierro, autor para mí tan cercano y querido, estuvo sin escribir poesía durante un largo tiempo, le preguntaron si la había abandonado y respondió que era la poesía la que lo había abandonado a él. Y es que la poesía, o al menos esa es mi experiencia, no puede ser forzada, viene por su cuenta. Yo la recibo siempre como una iluminación, como un privilegio, pero suelo concluirla con incertidumbre”. No valen, a su juicio, los proyectos previos: “van surgiendo poemas que pueden llegar a configurar en su unidad un libro y otros van quedando fuera, no porque sean peores, sino porque no responden a lo que el conjunto pretende. Tampoco me propongo plazos”.
Casi todos los poetas —argumenta Delgado— van haciendo a lo largo de su vida un único libro, con temas distintos o variantes sobre los mismos, intentando renovarse pero sin variar la voz. “Eso es lo que he pretendido hacer con modestia, casi siempre con insatisfacción. Soy un lector de poesía exigente y por lo tanto poco indulgente conmigo mismo. En esta ocasión aparece más la música que la pintura, y también hay una presencia mayor de la muerte”. Como la propia poesía, los temas se imponen solos, “y por más que puedan parecer pequeños asuntos, triviales, suelen tener alguna relación con los eternos y universales. Aunque no rechazo el uso de la iconografía más contemporánea, tampoco me propongo incorporar modernidades vacuas”.
Verdadero “mapa de los desvelos”, como leemos en el poema que abre la sección primera, Donde estuve es un libro “confesional y hasta impúdico, pero casi siempre —matiza— son los otros los que me han regalado las emociones, unas compartidas y otras no. En la poesía casi siempre hablamos desde nosotros mismos, pero con la esperanza de encontrar un lector que se identifique, que se sienta cómplice”. Ese es uno de sus objetivos, “y aunque en este género suele haber pocos, lo bueno es que a menudo son lectores apasionados, para mí los más queridos. Por otra parte, he vivido y crecido entre poetas. Mis mejores amigos lo han sido y lo son, grandes poetas como Pablo García Baena, Carlos Bousoño, Francisco Brines o José Manuel Caballero Bonald, por citar sólo a los más viejos. Lo primero que publiqué en un periódico, con trece años, fue un poema. Como es lógico, la poesía no me ha dado de comer, al contrario que el periodismo, pero mi vida se ha desarrollado en torno a ella y con ella”.