Teoría de la destrucción
El libro inaugura una nueva línea editorial de la Fundación José Manuel Lara que combinará el ensayo literario y la memoria personal, vinculada a momentos de especial relevancia o significación colectiva: relatos autobiográficos, elaborados a partir de vivencias propias que recreen el aire de una época a través de episodios concretos, dirigidos a lectores que deseen comprender el modo en que las historias particulares, familiares o generacionales reflejan los sucesos de la Historia con mayúsculas.
En Lúcidos bordes de abismo, Villena recuerda su relación muy próxima con varios de los miembros de la familia Panero, pero aborda también “un ensayo sobre su vida y su obra, así como un análisis del declive que experimentaron de distintas maneras”, explica el autor, que concibió el proyecto cuando falleció Leopoldo María Panero y le pidieron que escribiera el obituario: “Todos ellos habían muerto ya, y lo habían hecho sin descendencia. Recordé los momentos que habíamos vivido… Esa nostalgia y cercanía, al mismo tiempo, me dieron la primera idea del libro. Al no estar presentes, también era libre para decir verdades que ya no parecerían indiscretas”.
El interés por la saga sigue vivo en la memoria no sólo literaria de varias generaciones, y Villena no ha eludido los episodios más íntimos. “En el libro se narran muchas cosas de las que fui testigo y que nunca se han contado por escrito. Pero por encima de anécdotas que se vuelven categoría, creo que lo más novedoso de la evocación no es el consabido rechazo de la familia franquista o de la imagen del padre, sino el horror de todos ellos a la vida”. Cobran aquí realce la figura trágica de una madre culpabilizada y la infelicidad que se extiende a todos los miembros de la familia como un destino ineludible. “Al primer Panero que conocí —recuerda— fue a Leopoldo María, por asuntos literarios, y luego a Michi, que es con el que menos trato tuve. Fue en los primeros años de la década de los setenta. Juntos era más que difícil verlos. Y juntos, pero separados, sólo los vi una vez, en el estreno de El desencanto”. Con ellos estableció Villena vínculos que fueron literarios y amistosos, “o a la inversa, según los tiempos. Durante esos años de amistad, ellos se dedicaron a labrar una auténtica teoría de la destrucción, frase que también pudo ser el título de mi libro”.
La película de Chávarri marcó un antes y un después en la historia de la familia, “los catapultó a la fama y a maneras diversas de malditismo, pero luego ellos —matiza Villena— llegaron más lejos, fueron mucho más allá…” Surgió entonces una aureola mítica, de contornos fascinadores. “Todo personaje tiene leyenda, y los Panero no son una excepción. Lo mejor es que todos supieron estar a la altura o caída de sus propias leyendas. Y es evidente que hay mucha verdad en ellas”.