Amor e inteligencia
El personaje de Elizabeth Bennet, la segunda hermana de ‘Orgullo y prejuicio’, logra su objetivo sin ceder ni cambiar, gracias al empleo de dos armas: la elocuencia y el ingenio
De todas las heroínas de Jane Austen, la que ha despertado más interés en los últimos años, la que los lectores consideran al mismo tiempo más cercana al espíritu de esta época y el alter ego más fiable de la autora es Elizabeth, Lizzie Bennet.Jane Austen nació en 1775: la Revolución Francesa la sorprendió siendo una adolescente. El mundo que ella conoció se encontraba rígidamente separado en clases, y a ella le correspondía la pequeña burguesía rural. Una mujer de su posición nacía destinada al matrimonio, cuyo fin principal era asegurar los ingresos de la pareja y los contactos de las familias. Una exquisita joven podía arrastrar consigo el peso de hermanas solteras, o solteronas, y una madre viuda, a las que también había que proveer, y que podían frenar a un pretendiente. Y Lizzie, como Jane, vive en este entorno.
Las niñas recibían una educación ornamental: rudimentos de historia, geografía y aritmética, trabajos de aguja e hilo; tocaban el piano y cantaban un poquito. A sus contemporáneos les apasionaba el campo, las fiestas privadas, los bailes públicos y la literatura. Las muchachas devoraban novelas, y se escribían docenas de notitas al día, con una intensidad comparable a la de las redes sociales actuales. Hombres y mujeres llevaban diarios y mantenían frecuente correspondencia. Era un mundo comunicativo, cortés y afable, en el que los buenos modales importaban casi tanto como el dinero y la clase. La palabra y el ingenio se apreciaban como nunca antes.
La ironía, la fina sátira con que envuelve cada una de sus novelas le han permitido a Jane Austen sobrevivir doscientos años: le preocupaba mucho más la hipocresía que la lucha de clases, y la rectitud de espíritu que el ánimo heroicoJane Austen siempre dota a sus heroínas de buenas cualidades, como una hada madrina generosa. Lizzie Bennet es, sobre todo, inteligente. Sabe expresar sus pensamientos de manera seductora, y con ello hacerse inolvidable. No carece de otras virtudes; buena hija, buena hermana, responsable, firme… Pero es también orgullosa, tozuda, y dominante.Resulta más sencillo identificarse con una mujer normal, capaz de conquistar a un hueso duro de roer si se lo propone, que con un ángel. Lizzie nos resulta más atractiva que su impecable hermana mayor Jane. Su historia de amor es infinitamente más interesante. Se siente atraída por un hombre deseable, pero que no muestra el menor interés por ella. La tensión aumenta, y en algún momento cede, se doblega, se convierte en amor. Por lo general, los héroes de Jane Austen son intachables. En Emma, el señor Knightley supera a la propia protagonista en madurez y constancia. Sin embargo, el elegido de Lizzie, Darcy, tiene tanto que aprender, tanto orgullo que tragar y prejuicios que eliminar como su amada.
Darcy ha embaucado a generaciones de lectoras con su altivez y con su superioridad luego doblegadas. Como una venganza contra los miles de años de fierecillas domadas, el rico heredero termina a los pies de Elizabeth. La propia Lizzie no acaba de creérselo del todo: “¿Ha sido por mi impertinencia?”. “No. Por lo agudo de tu ingenio”, responde él, entregado. La gracia de enfrentarse a un Darcy reside en que no valdrán artimañas, ni pestañeos. A Darcy se le conquista con dos armas: la elocuencia y la gracia. Y Lizzie no tiene que ceder, ni cambiar, ni transformarse.
Cuando Jane Austen escribía, los temas que le interesaban estaban muy claros. La ironía, la fina sátira con que envuelve cada una de sus novelas le han permitido sobrevivir doscientos años: a Jane le preocupaba mucho más la hipocresía que la lucha de clases, y la rectitud de espíritu que el ánimo heroico. No fue la primera que defendió una heroína inteligente: pero fue la que lo hizo, precisamente con Lizzie Bennet, con más acierto, con mayor gracia.