Clásicos contemporáneos
En sintonía con las principales corrientes europeas, la literatura portuguesa de los siglos XIX y XX ha dado grandes autores desde Almeida Garrett a Lobo Antunes y Saramago
La modernidad en la literatura portuguesa entró, como en casi todas las literaturas occidentales, de la mano del romanticismo. Su contexto histórico y político fue muy parecido al español: las luchas entre los absolutistas y los liberales. Muchos de sus grandes autores, como Almeida Garrett (1799-1854), estuvieron en el exilio. En París escribió Camões, un largo poema narrativo en el cual a través del gran poeta nacional, que regresa a casa en los últimos días de su existencia, se queja del destierro, la ingratitud, el desastre de los gobernantes corruptos y el abandono de la nación y de sí mismo. Ambos,Camões y Garrett, buscaron la libertad, la encontraron y la perdieron. Lo único que les quedaba era la saudade de la patria en el exilio y del exilio en la patria: “¡Saudade! Gosto amargo de infelizes, / Delicioso pungir de acerbo espinho”.
Portugal va a caballo de la historia pero también cabalga sobre lo que ella misma libremente reinterpreta a través de las voces de sus creadores. Y esto es así de importante en el siglo XIX y en el XX. El gran ensayista Eduardo Lourenço escribió que “nos parecen insignificantes o de poco relieve aquellas obras donde esa motivación, confesa u oculta esté ausente”. Para Lourenço y Maria Fernanda de Abreu, la gran ruptura llevada a cabo por el romanticismo fue el enfrentamiento entre la conciencia individual con la realidad específica y autónoma que es la Patria. Portugal, tema ya literario, se convierte en permanente interpelación. Pero el apogeo de la novela romántica tendrá en Camilo Castelo Branco (1825-1890) a su mayor ejecutor. Él mismo un personaje novelesco, autor de Amor de Perdição. Para Unamuno esta era la obra de pasión amorosa más intensa y más profunda que jamás se hubiera escrito nunca en la Península. Pero para mí la figura y la obra de Antero de Quental, otro suicida, marcará a toda la poesía portuguesa contemporánea. Pessoa siempre mostró su admiración por el autor de las Odes Modernas. Quental (1842-1891) había nacido en las islas Azores y desarrollará la mayor parte de su vida en Lisboa. Para él, el poeta tenía que intervenir en la vida del país. Al romanticismo lo eclipsó el realismo que añadió también a escritores excepcionales como Eça de Queirós (1845-1900), autor de O mistério da Estrada de Sintra y O crime do Padre Amaro, que por medio de la crítica de costumbres y la reflexión histórica, promulgó la reforma de la sociedad portuguesa. A finales del siglo XIX la literatura portuguesa se movió entre el simbolismo y el decadentismo con figuras de la talla de Pessanha (1867-1926), el más grande poeta de este tiempo que abarca el final del siglo XIX y las primeras décadas del siguiente. Su Clepsidra (1920) es un libro extraordinario. Las tendencias neorrománticas tradicionalistas de finales de siglo terminan por confluir en el saudosismo, en la obra de uno de los más grandes poetas portugueses del siglo XX: Teixeira de Pascoaes (1877-1952). Todo ello surgió a través del movimiento Nova Renascença acaudillado por el filósofo Leonardo Coimbra, quien escribió que el saudosismo no solo era una corriente poética o literaria sino también una religión, una filosofía y una política. Baudelaire y el simbolismo fueron en parte readaptados por el saudosismo.
El siglo XX vivirá a la sombra de Pessoa. Primero bajo la incredulidad de descubrir a semejante “monstruo oculto” y, luego, tratando de alejarse del peso que ello supone para poder continuar el camino con otros grandes de su entornoPero será Fernando Pessoa, poeta conocido en su círculo lisboeta y que, sin embargo, no llegó a publicar ni siquiera el uno por ciento de su obra en vida, quien simbolice el siglo XX, abarque todos los géneros y constituya toda una literatura ingente, inacabable, portentosa, única y arrebatadora con heterónimos, Caeiro, Reis, Campos, entre otros muchos, cada uno de ellos con personalidad y obra propia. El Livro do Desassossego es una de las grandes obras del pensamiento, la narrativa pseudobiográfica y la filosofía, firmado por Bernardo Soares, otro de sus personajes inventados. El siglo XX vivirá a la sombra de Pessoa. Primero bajo la incredulidad de descubrir a semejante “monstruo oculto” y, luego, tratando de alejarse del peso que ello supone para poder continuar el camino con otros grandes escritores de su entorno como Mário de Sá-Carneiro, nacido en Lisboa en el año 1890, y suicidado en París en el año 1916; Almada Negreiros, Guisado, Cortes-Rodrigues o Antonio Ferro. Por esta época de entreguerras se publicaron extraordinarias revistas poéticas y culturales como Orpheu, Portugal futurista, Centauro, Contemporânea, Exilio o Presença.Durante los años treinta aparecieron otros escritores como José Régio, Gaspar Simões, Antonio de Sousa, Carlos Queiroz o Miguel Torga (1907-1995), uno de los más grandes narradores, autor de un diario extraordinario, y también excelente poeta. Otro indiscutible de ese período es Jorge de Sena (1919-1978) cuya obra, entre lo clásico y lo moderno, la disciplina y el exceso barroco, entre la tensa meditación de un espíritu inconforme consigo mismo y la celebración del éxtasis de los sentidos, es un monumento al espíritu libre en todos los sentidos.
El giro definitivo hacia el abandono del neorrealismo y los corsés estilísticos, lo van a dar también otros escritores como Cardoso Pires o Urbano Tavares. Cardoso insistió en las preocupaciones sociales no desaparecidas con la Revolución, con un estilo totalmente renovado en el cual deja intervenir a diferentes voces de los protagonistas, por ejemplo, en O Delfim (1968). El nouveau roman había entrado como referencia y el propio Vergílio Ferreira confirmó la relevancia de la nueva novela para comprender otro tipo de realidades que no solo vienen de los decorados exteriores de la vida, sino también del psicologismo interior. En este ambiente surge la obra de David Mourão Ferreira, Antonio Alçada Baptista o Mario de Carvalho. Pero el último cuarto del siglo XX y el primero del XXI va a estar abarcado por las obras de dos grandes y excepcionales escritores con una literatura muy peculiar y original sin dejar sus raíces nacionales: José Saramago, el primer escritor de lengua portuguesa que obtiene el premio Nobel de literatura, un inmenso gigante de las letras comparable a Pessoa; y Lobo Antunes, un espeleólogo de las debilidades humanas con una prosa introspectiva inusitada. Ambos son estilos en sí mismos. La obra de Saramago de nuevo vuelve a colocar a Portugal en el centro del mundo y a reflexionar sobre su historia. O Ano da Morte de Ricardo Reis (1984) o Ensaio sobre a Cegueira (1995) son obras maestras, entre otras muchas, de la historia de la literatura universal del siglo XX. Lobo Antunes no solo indaga en los
espíritus humanos, sino también en el espíritu del propio lenguaje.
Otros narradores fundamentales: Lídia Jorge, Amaro Dionisio o João de Melo que, como Lobo Antunes, narró en sus primeras obras los desastres de la guerra colonial en África. La literatura portuguesa, que ha dado a la historia universal de la literatura autores excepcionales, sigue en perpetua ebullición en los inicios del siglo XXI.