El cuento de nunca acabar
El editor de Páginas de Espuma analiza el momento actual a partir de su experiencia al frente de un sello especializado en la publicación de narrativa breve
Hace más de una década impartí una conferencia sobre el cuento y el mundo editorial. Por entonces mi experiencia como editor era, como el cuento, breve por lo que, consciente de esta limitación y empujado por cierta curiosidad, acudí a editores sénior para profundizar en sus relaciones con el género. Fueron objeto de mi interrogatorio, entre otros, Jorge Herralde, Beatriz de Moura y Manuel Borrás. Pusimos sobre la mesa la precepción literaria del cuento frente a la novela, la predisposición editorial y la valoración económica ante la publicación de libros de cuentos. Concluimos que no existía ninguna moda del cuento, juicio que, a día de hoy, sigue plenamente vigente. Pese a que la creación es excelente y la sensibilidad editorial mayor, no podemos hablar de una escalada vertiginosa de lectores. Asimismo, se afirmó que es estéril el debate literario entre cuento y novela, y no procede preguntar “¿para cuándo la novela?”. Ninguno de esos clichés determina la elección de editar un manuscrito. Por mi parte, difiero de ese espejismo algo naif. El gusto, cuando no la solicitud, va encaminado a la publicación de la novela: escritores que comparten la inquietud de agentes literarios o algunos editores cuando se confiesa “estoy con un libro de cuentos”. Igualmente se aclaró que la alta rentabilidad es patrimonio de la novela. Asumiendo que los editores son también lectores de cuento, me parece válida la opinión de Beatriz de Moura: “el género me encanta y me parece un género mayor, pero, por desgracia, no piensa lo mismo la mayoría de los lectores y, lo que es peor, la de los críticos”. No obstante, un lector interesado puede preguntarse si el sector editorial pone el mismo ahínco promocional cuando publica un libro de cuentos o una novela. No podemos exigir un rendimiento similar si la inversión en catálogo, distribución y visibilidad mediática no es pareja. Entre los fenómenos reseñables destacan la ampliación de los límites del cuento (postcuento, mestizaje, poetización), la irrupción de escritoras, la consolidación de los autores de los sesenta o la recuperación de clásicos y clásicos contemporáneosLa radiografía editorial del cuento en pleno siglo XXI pasa por distintos factores. La suma de ellos ha enriquecido el número de lectores, ha configurado cierta tendencia en la lectura y el impacto de algunos títulos. El hábitat del libro en español ha multiplicado su bibliodiversidad y algunos proyectos surgidos desde la transición finisecular son sensibles al cuento, claramente aquellos cuya especialización es precisamente la narrativa breve. Al mismo tiempo, algunas iniciativas de los grandes grupos han dado dividendos y han profundizado en esa labor. Esta trama editorial existe porque asistimos a la presencia de cuentistas de calidad, mayores y jóvenes, de ambas orillas, tanto los nietos y bisnietos del boom latinoamericano como la nueva generación de cuentistas españoles. Entre ellos algunos fenómenos son reseñables: la ampliación de los límites del cuento (postcuento, mestizaje, poetización), la irrupción de escritoras (bajo un manto amplio y sutil de un fantástico distorsionado), la consolidación de la generación bisagra de los sesenta en España o la recuperación de clásicos y clásicos contemporáneos. Y estos aspectos literarios se materializan en publicaciones. Habría que subrayar otros elementos colaterales que refuerzan esta realidad editorial: la red como lugar de intercambio creativo y lector o canal óptimo para informar a minorías; la madurez de proyectos en torno a la enseñanza de escritura creativa donde el cuento es rey; la existencia de premios específicos (del Setenil al García Márquez a obra publicada o el Ribera del Duero a inédita) o que han recaído recientemente en autores del género como el Nobel o el Nacional de Narrativa.Por ser finalmente breves, el panorama y la cartografía del cuento en español sin duda ha crecido despacio y se detecta, con sensibilidad, nuevos lectores y lecturas. El debate, no obstante, queda abierto, si el cuento es apoyado o no por el sector, si tiene o no lectores. El cuento de nunca acabar.