Cultura y recepción
en la era digital
Para el usuario del siglo XXI, el mundo es un hipertexto contado por entregas en el que cada vez es más difícil sorprenderse y en el que todos los lugares o webs pueden ser igualmente válidos
No somos enteramente conscientes del privilegio de la recepción, del disfrute que supone el encuentro con el texto construido con eso que George Steiner en Presencias reales llama las anárquicas prodigalidades de la conciencia. La percepción de nuestro entorno es un fenómeno cercano al soliloquio: en realidad “consumimos” textos porque queremos conocernos mejor y comprobar cómo reaccionamos. La literatura es, por ejemplo, la oportunidad perfecta para descubrir paulatinamente facetas de la personalidad que uno no podría reconocer por sí solo. Sucede como con las recomendaciones de los amigos sobre esos textos, lectores que los han asimilado y que ya están en condiciones de compartir con nosotros sus conocimientos; es una invitación, es un lujo, es la revelación de una intimidad y de una forma de ser.España se encuentra en una fase extraordinariamente avanzada de digitalización. El informe de La Sociedad de la Información en España 2012 que coeditan la Fundación Telefónica y Editorial Ariel ha puesto sobre el tapete que la mayoría de las personas renunciarían a los métodos tradicionales de recepción frente a los basados en internet…, excepto en la actividad de comprar. En nuestro país, de entre los internautas que disponen tanto de acceso fijo como móvil, el 50% se encuentra conectado permanentemente. Y la gran mayoría de los usuarios considera que las redes sociales han tenido una influencia positiva en sus vidas. Los internautas que se conectan con tecnologías móviles y fijas lo hacen a internet desde la tablet nada menos que un 400% más que antes, y se conectan un 300% más… ¡desde una media de 2,4 dispositivos! Abrumadores datos para que el receptor no se plantee una mínima reflexión sobre la sabiduría de la “lectura” del texto en la era digital.
El mundo está cambiando a velocidades de vértigo. El citado informe señala que el 39% de los internautas utiliza simultáneamente el ordenador personal y otros dispositivos para conectarse a internet y que el teléfono móvil se ha convertido ya en el motor de crecimiento social: el 43,4% de los internautas se conectan con este dispositivo, tras un crecimiento interanual del 210%. Con respecto a otros soportes, se ha experimentado un crecimiento del 800% en el uso de la televisión, de un 500% en la tablet y de un 300% en los eBooks, datos que apuntan ya a un horizonte multiterminal en el que aparece un nuevo grupo de internautas que se conectan utilizando otros dispositivos porque han dejado de usar el ordenador personal para conectarse, algo impensable hasta hace poco: lo extraño se hace familiar en cuestión de segundos.
Sin embargo, seguimos siendo extraños para nosotros mismos y es precisamente el texto ese “tropiezo” on line que continuamente nos obliga a encontrarnos, como si diese satisfacción a una necesidad psicológica. Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote (1914) afirma que, ante todo, el hombre tiene que comprender, pues es sujeto cognoscente de la vida colectiva: la realidad circundante es nada menos que la otra mitad del individuo. El humano es un ser evolutivo y ha de comprender primero su entorno, pues tiene que adaptarse a él, y este entorno es textual. Cuando el hombre ya ha leído, ha comprendido el mundo, lo ha descodificado (cual texto que es) y a renglón seguido intenta dominar el mundo a través de la técnica. Somos lo que somos gracias a lo que recibimos y la circunstancia textual es un fenómeno fruto de un proceso que nos constituye en nuestra otra mitad. Husserl diría que el sujeto —el receptor— va construyendo, se va haciendo a sí mismo a lo largo de su experiencia porque la verdadera naturaleza del individuo es una cuestión de elección. Somos lo que elegimos o, dicho con otras palabras, somos lo que “comemos” en nuestra dieta mediática. Ante esta realidad cabe preguntarse si es el receptor el que se adapta al texto o, por el contrario, lo transforma y lo adapta a su propia vida. Para Ortega, cada usuario tiene una experiencia con el texto. El hombre es un proyecto permanente. Orson Welles no cerraba sus películas porque sentía que si lo hacía, mataba el texto: el ser humano es un devenir, un work in progress. El hombre siempre necesita de unos referentes éticos.
Internet, la red de redes, es la última reforma que el receptor ha impuesto a la naturaleza para satisfacer sus demandas. Si el umbral de la recepción de un Quijote loco lo marca el consumo de libros de caballerías, trasladando del mundo textual al real todas las situaciones que él ha leído o soñado —porque Alonso Quijano, en realidad, mitiga con la lectura la angustia existencial, según Ortega—, la red de redes, la hiperconexión, también ayuda a los usuarios a mitigar esa misma angustia existencial y pone en juego el sentimiento vicario de eternidad, en palabras de Spinoza. Unamuno en Del sentimiento trágico de la vida (1912) anticipa un fino análisis que más tarde harán Baudrillard o Henry Jenkins: en el usuario, junto al deseo de ser uno mismo, está el deseo de ser “más de todo”, de integrar el tropiezo permanente con el texto en parte de nuestras experiencias. Nos olvidamos en el acto del consumo de que estamos abocados a la extinción y el usuario es, ante todo, un ser en permanente adaptación e hiperconexión —capacitado con un acceso ilimitado— que no para mientes en su realidad finita. Derrida lo denomina el pensamiento amalgamado: no hay plan de conocimiento preconcebido, no hay modelo de aprendizaje; todo surge a golpe de tropiezo, con una realidad tecnológica que se impone. Gilles Deleuze señala con acierto que nos hemos adaptado al acontecimiento, a lo efímero, a lo discontinuo, a lo fragmentado, a las sucesivas entregas parciales… de una realidad. El mundo es un hipertexto contado por entregas en el que cada vez es más difícil sorprenderse y en el que todos los lugares o webs pueden ser igualmente válidos. El usuario del siglo XXI es un hombre eminentemente adaptativo que mide el valor de las consecuencias prácticas del texto, ¿cuánto tiempo voy a tardar en ver una información en la red? ¿Me sirve en mi vida práctica? Una ontología del usuario podría muy bien estudiar cómo este se constituye en objeto de su propio saber, cómo ejerce o padece relaciones de poder… y cómo se ha constituido en sujeto moral de sus propias acciones. ¿Por qué el usuario del siglo XXI no puede liberarse de las tradicionales estructuras de poder que existían antes del advenimiento de la red?
Es la esencia de la dialéctica del límite: el usuario solo lo es en cuanto se supera dialécticamente, en cuanto sobrepasa un límite técnico que conlleva, además, todo lo que encierra dicho límite. Se hace imprescindible saber navegar o saber utilizar un smartphone, estar conectado permanentemente a las redes sociales: “Estoy conectado, luego existo”. Si para Charles S. Peirce el estudio del signo era necesario porque este era indicio del objeto y el signo se refería a una realidad, en la red de redes… ¿el signo on line es siempre signo de un objeto? Husserl explica que si el hombre está en continuo desarrollo, es distinto a sí mismo en cada momento… dependiendo de los textos que se encuentre en su camino. La imposibilidad de un asiento firme que sustente la vida sobre la certeza ha hecho del cambio la esencia de la realidad. Sartre en Los secuestrados de Altona recoge cómo el umbral de recepción del personaje de Franz depende de la apariencia física (lo sensorial) y de lo irracional (el misterio), en un difícil equilibrio entre lo físico y lo irracional. Solo aquellos capaces de superar el formato en el encuentro con el texto podrán disfrutar de sus tesoros: ese es el reto actual. A fin de cuentas, la experiencia con el misterio poético es lo que realmente importa.