De la ética de la memoria a la estética del compromiso
En la obra narrativa de Vázquez Montalbán, la obsesión por los problemas del destino humano siempre se acompaña de una obsesión por los temas de la literatura
La primera producción narrativa de Manuel Vázquez Montalbán surge, a principios de los años sesenta, en un momento en que el régimen franquista recurre a todas las variantes del discurso de propaganda para ocultar su naturaleza y su impostura y congela cualquier aspiración al debate, cualquier intento de reflexión. En opinión del escritor, ha llegado la hora de la subnormalidad:«La presencia de Franco determinaba en buena medida la condición de subnormalidad. Generaba una sensación de estupidez y de subdesarrollo mental que hacía que la manera cómo se abordaban en España determinados problemas no tuviera nada en común con lo que ocurría en el resto del mundo”.
La única manera de dar cuenta de una situación sociohistórica de tipo subnormal consiste en buscar un lenguaje adecuado, que se pueda oponer al lenguaje oficial, es decir que sea, literalmente, un contra-lenguaje, que ha de ser tan subnormal como el objeto de su denuncia. De hecho, este contra-lenguaje, salvando las fronteras genéricas tradicionales, integra paródicamente los procedimientos de expresión disponibles. Con la consecuencia notable de integrar en el texto literario, mediante el procedimiento del collage, materiales heterogéneos al mismo. La canción nacional, la receta de cocina regional, el grafismo satírico, la poesía popular, el horóscopo o el reclamo comercial, alcanzan así una dignidad literaria que les suele negar la República de las letras. La escritura subnormal preside la elaboración de casi todos los textos que entrega entonces Manuel Vázquez Montalbán: Recordando a Dardé (1969), Manifiesto subnormal (1970), Yo maté a Kennedy (1972), Guillermotta en el país de las Guillerminas (1973), Happy End (1973), Cuestiones marxistas (1974). A los que cabe añadir algunas piezas del volumen titulado Pigmalión y otros relatos: a pesar de su fecha tardía de publicación, en abril de 1987, la tercera parte de los textos que integra datan del período subnormal.
El efecto Carvalho: la memoria como ética y como motor narrativo
El ciclo Carvalho nace como una crónica de la Transición democrática. La ficción policiaca permite resolver el delicado problema tecnológico del punto de vista sobre la realidad que percibe el detective, private eye, y la va descifrando, descodificando. La adopción de la poética “policiaca” es la de un procedimiento que es la dilucidación del enigma. La alezeia de los griegos. O el código hermenéutico de Roland Barthes. De ahí que los aficionados a las novelas “negras” del escritor sean los mejor preparados para convertirse en lectores de sus novelas “blancas”, en especial del grupo de textos de los años ochenta.
En El pianista (1985), un análisis del comportamiento de las élites culturales bajo el franquismo, el texto recorre el tiempo al revés, en tres etapas que conducen de la época contemporánea a 1936, año en que estalla el conflicto. No es sino al término de la tercera etapa cuando se percibe la coherencia de los itinerarios respectivos, y divergentes, de los protagonistas. Los alegres muchachos de Atzavara (1987) es una reflexión sobre el antifranquismo sociológico como actitud de provocación y raíz mítica de la España de hoy. La estancia estival, el año de la muerte de Franco, de un grupo de burgueses barceloneses, es referida diez años más tarde por cuatro voces diferentes: la conjunción de los cuatro relatos permite la radiografía moral de la época. En Galíndez (1990), reconstitución del secuestro y subsiguiente asesinato, en 1956, por los esbirros del dictador de Santo Domingo y con la complicidad de Estados Unidos, del representante del gobierno vasco en el exilio, es una verdadera investigación, conducida emblemáticamente por una joven universitaria, lo que permite exhumar y reconstituir el fragmento de memoria histórica que la historia oficial se esforzaba en ocultar.
Marca de fábrica de la escritura de Manuel Vázquez Montalbán, la voluntad de saber aparece pues como el resorte fundamental de la dinámica narrativa, estructurada por su carácter enigmático. Los personajes de Cuarteto (1987), por ejemplo, extreman los rasgos de los burgueses narcisistas de Los alegres muchachos de Atzavara y de los intelectuales progres de El pianista, se mantienen al margen de la Historia por conformismo individualista y encarnan el pensamiento posmoderno más light. El procedimiento de Vázquez Montalbán, que tiene como virtud la de enmarcar el relato en el espacio cerrado de la investigación, permite mostrar hasta qué punto este pensamiento posmoderno da vueltas vacuas.
Del poder del desencanto al desencanto del poder
Las novelas que ven la luz a lo largo de los años noventa son menos tributarias del código hermenéutico, desde el punto de vista narrativo, pero siguen presentando el mundo sensible desde una perspectiva dual: verdad vs falacia, inocente vs culpable, apariencia vs realidad, víctimas vs verdugos. La capacidad de distinguir las dos caras de cualquier fenómeno del funcionamiento histórico, ideológico, político, social o cultural se pone al servicio de un análisis penetrante del poder en sus diversos avatares.
La capacidad de distinguir las dos caras de cualquier fenómeno del funcionamiento histórico, ideológico, político, social o cultural se pone al servicio de un análisis penetrante del poder en sus diversos avataresCon Autobiografía de Franco (1992), Manuel Vázquez Montalbán erige un monumento al antifranquismo, mediante un sutil recurso literario, que consiste en cotejar discurso —el de Franco— y metadiscurso —el del escritor comunista Marcial Pombo. Este escribe como si fuera el Caudillo, pero de vez en cuando no puede más y opone a la voz dictatorial el contrapunto de su propia visión del mundo. El desdoblamiento esquizofrénico pone mejor de relieve la crueldad sin escrúpulos del dictador, que sobreponía el poder a cualquier forma de cultura y de lenguaje. También recurre al desdoblamiento El estrangulador (1994). Albert DeSalvo, recluido a perpetuidad en un manicomio penitenciario, que confiesa sus crímenes de asesino en serie y asume la crítica despiadada a una sociedad en la que el hombre es un lobo, o un loco, para el hombre, se llama Albert Cerrato en la segunda parte de la novela, en la que opone su capacidad racional a la forma perversa de opresión del lenguaje psicoanalítico. O César o nada, publicada en 1998, es claramente un acercamiento a las complejas figuras en las que reside el ejercicio del poder, a través de los miembros de una misma familia: los sobrinos del Papa Calixto III, el valenciano Alfonso Borja (nombre más conocido por la variante italianizada de Borgia), el papa Alejandro VI y los hijos de este, César y Lucrecia, y Francisco de Borja, uno de los inspiradores de la Contrarreforma. Como trasfondo, la figura de Maquiavelo y la problemática de la razón y los crímenes de Estado. En Erec y Enide (2002), la “Alegría de la Corte”, peripecia narrativa capaz, en el Érec et Énide de Chrétien de Troyes, de sumir a un reino entero en el más auténtico júbilo, pasa a designar el escenario —una finca familiar en el Maresme catalán— de la patética pena experimentada por la protagonista Madrona, y compartida en grados distintos por Julio, Pedro y Myriam. La materia de Bretaña es en efecto un mecanismo pretextual de conjunto, capaz de revelar en todos sus aspectos la relación entre vida y literatura.Ha contado Manuel Vázquez Montalbán que su pasión por Érec et Énide, libro y personajes, nació en las clases del viejo y respetado profesor Martín de Riquer, y permaneció en germen casi tanto tiempo como la historia que cuenta en Galíndez. Dio lugar, ya en 1969, a un hermoso poema de Movimientos sin éxito, publicado más de treinta años antes de la novela, en el que se podía leer, entre otros versos, estos:
“triste riesgo el ser más que nadie incluso para el amor
pero ahora, Enide
las imágenes rotas deben convencerla
de que nunca llegará a algún lugar
del que no quiera regresar”.
En Manuel Vázquez Montalbán, la obsesión por los problemas fundamentales del destino humano siempre se acompaña de una obsesión por los temas fundamentales de la literatura. Último avatar de la dualidad. ¿La literatura o la vida? ¡La literatura y la vida! Aunque esta sea fuente permanente a la vez de compromiso y de desencanto…
Georges Tyras es autor de Geometrías de la memoria. Conversaciones con Manuel Vázquez Montalbán (Zoela, Granada, 2003).