El mundo en la palma de la mano
Generales o específicas, ilustradas o de bolsillo, originales o traducidas, las guías de viaje disponibles en el mercado abarcan una enorme variedad de intereses
Creer que las guías de viaje son un invento reciente es desconocer su larga historia. De hecho, los primeros manuales para viajeros se escribieron en la Antigüedad grecorromana. Muchos de ellos eran guías de navegación, donde se describían los puertos donde fondear, los itinerarios de las mercancías e información práctica que servía a los que más viajaban en aquellos tiempos: los comerciantes. Poco después empezaron a aparecer las guías para ayudar a los peregrinos en sus rutas hacia Tierra Santa (por ejemplo, el relato de la religiosa Egeria a Jerusalén en el siglo IV) o a Santiago (el quinto libro del famoso Códice Calixtino). También fueron populares (en torno a los siglos IX y X) las guías para ayudar a los buscadores de antigüedades en su exploración de ruinas en el mundo árabe. Y entre los siglos XVI y XVIII, en Europa, fueron numerosos los libros que daban consejos prácticos a los viajeros ilustrados en sus recorridos por Francia e Italia en busca del arte, la arquitectura y la historia.Sin embargo, dichas guías solían mezclar el relato de viajes, las experiencias personales y los datos prácticos. Fue en el siglo XIX cuando se empezaron a editar las guías de viaje propiamente dichas: rigurosas y, en la medida de lo posible, objetivas. Libros que pretendían que el viajero no necesitara de los servicios de un guía para desarrollar su viaje con tranquilidad y éxito, la esencia de las guías modernas.
Karl Baedeker, editor de las guías homónimas, y su colega británico John Murray se pueden considerar los padres de las guías turísticas tal como las conocemos hoy. Baedeker publicó en 1832 su primera guía para viajar por el río Rin. El enfoque fue novedoso: no solo incluía mapas y recomendaciones de alojamientos sino también recorridos de interés, vocabulario esencial y consejos prácticos, cuánta propina dar o cómo regatear, usando un sistema de cinco estrellas para calificar los lugares. Una orientación y contenido que se ha convertido con el tiempo en la referencia de las guías turísticas y que aún sigue vigente.
Poco a poco, a medida que la implantación del tren popularizaba el viaje turístico en Europa, fueron llegando nuevas guías. Empezaron las Blue Guides, publicadas en el Reino Unido a principios del siglo XX, seguidas de las americanas Fodor’s (1949) y Frommer’s (1957). Esta última fue la primera en orientarse claramente a un perfil de viajero: el de bajo presupuesto. Estrategia que seguirían después otras guías como Routard, Lonely Planet, Rough Guide… Y también, por fin, las editoriales españolas, con contenidos y ediciones propias. Las primeras en llegar fueron Gaesa (con sus Guías Azules) y posteriormente El País-Aguilar (1988), Anaya Touring (1990) o geoPlaneta (1999).
Con la popularización del turismo no solo brotaron editoriales, sino que cada una buscó su nicho de mercado: unas se enfocaron hacia el viajero de bajo presupuesto, otras hacia el ávido de información cultural, otras hacia los amantes de las actividades al aire libre o la gastronomía… En la actualidad hay decenas de editoriales que publican guías de viaje y la tendencia general es la especialización, pero con ámbitos geográficos muy variados: hay guías que abarcan continentes enteros o rutas míticas (como la Ruta 66, la Ruta de la Seda o la Vía de la Plata, por ejemplo), pero las más habituales están centradas en países enteros, ciudades importantes o también regiones, provincias y enclaves relativamente pequeños de nuestra geografía.
Cabe destacar dos enfoques principales: las guías para el viajero independiente y aquellas diseñadas para quienes viajan en grupo, en un desplazamiento organizado y planeado por una agencia. Este segundo tipo de guía es eminentemente cultural, con escasos datos prácticos: para eso se contrata a la agencia. Unas presentan los contenidos con profusión de ilustraciones e imágenes (entre ellas las Guías Visuales de El País-Aguilar, Océano o National Geographic) y otras muestran un diseño más clásico, centradas en textos de calidad (Guía Total de Anaya, Guide Bleu de Hachette o Guía Verde de Michelin). Este tipo de guías suelen ser traducciones de editoriales inglesas, americanas o francesas.
Para los viajeros independientes la oferta es más abundante, pues son ellos quienes más necesitan una buena guía práctica: detallados mapas, instrucciones para moverse, precios o vocabulario esencial. La importancia de que los datos sean veraces, correctos y actualizados es mayor en este tipo de guías y por eso, en general, las editoriales las revisan y actualizan cada dos o tres años. No son tantas las colecciones españolas: la Guía Viva de Anaya, la Guía Azul de Gaesa, las Guías Ecos… Otras son traducciones, como la Trotamundos de Anaya y muchos títulos de las Lonely Planet de geoPlaneta, o directamente las versiones originales (Rough Guide, Footprint, Baedeker, Petit Futé).
Las guías, con el paso del tiempo, se han ido adaptando a las necesidades y tipologías del viajero. Por ejemplo, desde que surgieron los vuelos low cost y se popularizaron el viaje de fin de semana o escapadas de pocos días a ciudades de nuestro entorno, las editoriales empezaron a publicar guías compactas, destinadas a destacar lo esencial de las ciudades. Cambió el formato, reduciéndose el tamaño (para poder llevarlas cómodamente en el bolsillo o en el bolso), al igual que el precio. Ejemplos son las Guiarama o Fuera de Ruta de Anaya, Plano Guía de Ediciones B, Guías Visuales Top 10 o CityPack de El País-Aguilar, Gente Viajera de Alhena Media, Escapada Azul de Gaesa o De Cerca de Lonely Planet, Un gran fin de semana en… de Salvat, En tu bolsillo… de Everest, Esencial de Espasa o las foráneas Mini de Rough Guide o Shortlist de Time Out, entre muchas otras. Algunas, como la Time Out, por su enfoque dirigido al ocio y la cultura son buenas guías no solo para el turista, sino también para el residente. Al mismo tiempo surgen colecciones pensadas para aquellos que disfrutan no tanto visitando los monumentos de una lista, sino dejándose llevar, caminando por las calles, empapándose del ambiente. Para ellos están pensadas las colecciones 24 paseos por… de El País Aguilar, Itinerarios por… de geoPlaneta/Lonely Planet.
Al igual que hay guías para mochileros con pocos medios, hay otras especializadas en lo contrario: en el viajero con recursos, al que se recomiendan los hoteles más exclusivos, restaurantes de lujo y zonas en las que comprar allí donde lo hacen las élites locales. Hablamos de las guías Louis Vuitton, Condé Nast, Luxe o NFT (Not For Tourists).
A pesar de ser un rasgo casi inherente a las guías, no todas son imparciales y asépticas. Muchos viajeros demandaban publicaciones donde quedara más clara la personalidad del autor. La británica Bradt (hay algunos títulos traducidos al español por Alhena Media) y la española Laertes se han especializado en este tipo de guías, en las que el carácter, el interés personal (antropología, botánica, historia, geografía…) y las vivencias del autor se entremezclan en la redacción.
Por último, cabría mencionar las guías que intentan satisfacer intereses particulares: gastronomía (Michelin, Zagat), senderismo (Rother, El senderista), aventura o destinos poco habituales (Trailblazer), arquitectura (Wallpaper de Phaidon), cementerios o lugares extraños y diferentes (Jonglez). Estas guías, sin embargo, no cubren todos los aspectos prácticos y suelen ser complementarias de otras más genéricas. Lo mismo ocurre con otras específicas para gays y lesbianas (Spartacus), para familias con hijos (Mi primera Lonely… de geoPlaneta/Lonely Planet, Guía de viajes para niños de Gaesa), para los más fiesteros (Hedonist’s Guide to… de Filmer) o para aquellos que viajan en bicicleta, moto, coche o caravana. Cada persona es un mundo, pero se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que para cada tipo de viaje hay una guía.