El siglo de oro de la poesía portuguesa
Más allá de la extraordinaria e inabarcable figura de Pessoa, la última centuria fue en el país vecino un periodo de esplendor, con muchos otros nombres de primer orden
El siglo XX es, sin duda, el siglo de oro de la poesía portuguesa y, por extensión, de toda su literatura, con Fernando Pessoa convertido en emblema y eslogan de una cultura y un país hoy de moda en el mundo. El lector atento de poesía en España ha tenido buenas oportunidades para acercarse a la lírica lusa, pues desde los años sesenta han sido al menos cinco las antologías que han realizado la fotografía fija de la poesía portuguesa del siglo XX: Antología de la nueva poesía portuguesa (1961) y Antología de la poesía portuguesa contemporánea (1981), ambas de Ángel Crespo; Los nombres del mar. Poesía portuguesa 1974-1984 (1985), de Ángel Campos Pámpano; El arte de la pobreza: diez poetas portugueses contemporáneos (2007), de José Ángel Cilleruelo; y Por la carretera de Sintra: antología de poesía portuguesa contemporánea (2015), de Marta López Villar. A partir de estos mapas diacrónicos, han ido llegando al mercado editorial español las obras de un conjunto elegido de poetas merecedores de toda nuestra atención. Veamos algunos ejemplos.Solemos pensar que la gran poesía portuguesa del siglo XX empieza con Fernando Pessoa, pero no es realmente así. A favor de esa generalizada tendencia aboga la propuesta de Hobsbawm de pensar el XX como un siglo breve, que no llega a la centena de años. Así, no es extraño encontrar en la crítica quien sitúe las balizas cronológicas del consensual siglo de oro de la poesía portuguesa entre 1915 (fecha de publicación de la revista Orpheu y de presentación del primer modernismo portugués, del que forman parte, además de Pessoa, Mário de Sá-Carneiro y José de Almada Negreiros) y los poetas de la que podríamos llamar generación del 70. Entre esas dos fechas, encontramos algo más de medio siglo de una poesía extraordinariamente rica y variada. Decíamos, no obstante, que hay vida en la poesía lusa antes de 1915 y Pessoa, y buena muestra de ello son, al menos, tres nombres fundamentales ya traducidos al castellano: Teixeira de Pascoaes, Cesário Verde y Camilo Pessanha.
Solemos pensar que la gran poesía portuguesa no empieza hasta avanzado el siglo, pero antes de la revista ‘Orpheu’ y del primer modernismo hay tres nombres fundamentales: Teixeira de Pascoaes, Cesário Verde y Camilo PessanhaEl primero de ellos es, sin duda, el poeta portugués más significativo y divulgado del periodo pre-Pessoa. Pascoaes, del que Trea publicó una amplia antología (Saudade. Antología poética 1898-1953, 2006) y Renacimiento anuncia para este otoño dos títulos (una revisión de la misma antología y una colección de aforismos), formó parte de un amplio movimiento de renacimiento cultural situado en Oporto a principios del siglo XX, que lanzó como propuesta una línea de pensamiento denominada saudosismo. En paralelo a él, atravesando el trayecto finisecular, encontramos al baudelairiano Cesário Verde, autor de El sentimiento de un occidental (Hiperión, 1995), cuya poética urbana y de flâneur es fundamental para entender, por ejemplo, el Libro del desasosiego. Algo parecido, por último, sucede con Camilo Pessanha, cuyo simbolismo delicado y orientalista, de alto aliento, queda de manifiesto en un libro excepcional como Clepsidra (Hiperión, 1995).Del grupo de Fernando Pessoa, conviene destacar al menos dos nombres fundamentales, que ayudan a conformar el triángulo mágico del primer modernismo, algo así como la primera vanguardia española. Se trata de los ya citados Mário de Sá-Carneiro y José de Almada Negreiros, autores de gran importancia cuya figura se ha mantenido en España a la sombra del autor de Mensaje. El primero de ellos, alma gemela de Pessoa, atormentado y suicida en 1916, es una lectura esencial para comprender el significado último del complejo modernismo. Renacimiento publicó exactamente un siglo después de su muerte su Poesía Completa (2016), a través de la cual podrá el lector vibrar con su universo fragmentado y dramático. El segundo autor mencionado, Almada Negreiros, es un caso singular en la cultura portuguesa del siglo XX y uno de los nombres fundamentales de la modernidad del país vecino. Sin embargo, aunque Hiperión publicó en 1995 el extenso poema La escena del odio y El Olivo Azul editó en 2008 su fundamental novela vanguardista Nombre de guerra, podemos decir que la poesía de Almada aún no cuenta en España con un recuento que realce su figura.
A partir de los años cincuenta, el panorama crítico empieza a mezclar criterios generacionales (por décadas, incluso) y de movimientos, con el resultado de un significativo conjunto de creadores dignos de cualquier recuento internacionalLa generación siguiente es conocida en Portugal como “segundo modernismo”, y está vinculada a la aparición de la revista de Coimbra Presença (1927-1940). Alrededor de ella se reúne un amplio conjunto de autores, cuyas relaciones con La Gaceta Literaria son notorias y no tuvieron final feliz, que hacen la transición entre el mundo vanguardista de sus predecesores y el “nuevo clasicismo” que se imponía a finales de los años veinte. Entre sus nombres principales destacan José Régio, cuya poesía sigue inédita en España, y Miguel Torga, un autor bien conocido por los lusófilos españoles, autor de Poemas ibéricos (Visor, 1998), El espíritu de la tierra (antología poética) (Linteo, 2002) y Los primeros poemas del Diario (Editora Regional de Extremadura, 2018), entre un buen conjunto de obras traducidas al español. Estos autores podrían servir de preámbulo para acercarnos a la obra de un poeta extraordinario, tradicionalmente vinculado al neorrealismo pero que sobrepasa con amplitud esa a veces estrecha catalogación, como es Carlos de Oliveira, autor de Micropaisaje (Pre-Textos, 1987) y Entre dos memorias (Calambur, 2009), una de las voces más sugerentes del medio siglo.A partir de aquí, los años cincuenta, podríamos decir que el panorama crítico empieza a mezclar criterios generacionales (por décadas, incluso) y de movimientos, con el resultado de un significativo conjunto de creadores dignos de cualquier recuento internacional. Entre ellos, y aun a sabiendas de los consabidos olvidos u omisiones, no podemos dejar de mencionar a Eugénio de Andrade (Materia solar y otros libros: obra selecta (1980-2002), Galaxia Gutenberg, 2004), tal vez el poeta portugués más importante de la segunda mitad del siglo, ampliamente traducido en España; Sophia de Mello Breyner, la voz femenina por excelencia de la lírica lusa del siglo XX, con un timbre luminoso e inconfundible (Nocturno mediodía. Antología poética (1944-2001), Galaxia Gutenberg, 2004); Jorge de Sena (Serena ciencia, Pre-Textos, 2013), uno de los intelectuales más innovadores del siglo XX; Ruy Belo, que fuera lector de portugués en Madrid en los años setenta (El problema de la habitación: algunos aspectos, Sequitur, 2009); el surrealista, de raíz genuina, e inolvidable Mário Cesariny (Antología poética, Visor, 2004); los poetas de lo inefable, cercanos al hermetismo, Herberto Helder (Antología, Debolsillo, 2000) y António Ramos Rosa (autor de El aprendiz secreto, Visor, 2004, que aún espera una amplia antología en España); o Nuno Júdice, en cuya poesía se da cita una visión transfigurada y lírica de lo cotidiano (Devastación de sílabas, Patrimonio Nacional, 2013; o El orden de las cosas: poemas escogidos (2000-2013), Pre-Textos, 2014).
Los nombres citados constituyen los puntos cardinales de una geografía, como decíamos, profundamente rica y sugerente, como es la de la poesía portuguesa del último siglo, cuya tradición es de las más ricas de Europa. A partir de aquí, de estas lecturas fundamentales, el lector podrá olvidar la brújula propuesta y empezar a construir su propio mapa, personal e intransferible, de una poesía que va, sin duda, mucho más allá de Fernando Pessoa, por mucho que este sea un autor extraordinario e inabarcable.