La condesa sangrienta
Mi atracción por este caso se alimentó de un ensayo de Alejandra Pizarnik (Aquarius Ediciones) que me hizo acceder en bucle a una historia dentro de otra historia. El opúsculo de Pizarnik me llevó al estudio biográfico, La comtesse sanglante de Valentine Penrose, en español La condesa sangrienta (Siruela). Este relato se instala en la leyenda de Csejthe —Cachtice según los rumanos—, nombre del castillo fortificado donde se cometieron atrocidades contra jóvenes campesinas. Su marido era el conde Ferendzi, conocido por su refinada crueldad en el campo de batalla, que al regresar a Csejthe humillaba a Erzsébet de tal forma que algunos investigadores le consideran causa directa de las abominables actividades a las que esta se dejaba ir cuando él regresaba al santuario de la guerra. El primer crimen desató una jauría humana. La mañana del 12 de julio de 1604, una peinadora de Budapest, de paso por Csejthe, tuvo la mala suerte, mientras arreglaba el tocado de la señora del castillo, de arrancarle un mechón de la cabellera. Erzsébet se alzó furiosa del peinador y le propinó un manotazo en la nariz a la infortunada, de la que brotaron goterones de sangre que salpicaron mejillas, cuello y manos de la alucinada aristócrata, que, de repente, sintió cómo se estiraban las estrías que blasonaban sus níveas mejillas, leves estrías que se transformaban día a día en profundas arrugas. Aquella sesión marcó el inicio de una masacre sistemática que duró de 1604 a 1610; murieron más de seiscientas veinte doncellas, las más bellas y mejor alimentadas de la zona, la mayoría campesinas que trabajaban a destajo en las tierras circundantes a Csejthe.
Un día de junio de 1610 una de las doncellas que iba a ser inmolada consiguió fugarse y en la aldea más cercana contó lo que había visto dentro del castillo. Lo hizo ante una autoridad civil de la zona, impulsada por un sacerdote local que a su vez había descubierto varios cadáveres mutilados en los alrededores de su parroquia. Iglesia y pueblo llano expusieron el caso ante el rey Matías de Hungría, primo de Erzsébet, quien ordenó invadir los señoríos de la condesa Báthory. Cuando los oficiales la capturaron se estaba empleando a fondo con tres doncellas. Erzsébet tuvo que abrir el portón trasero que comunicaba con los pasadizos interiores. La visión superó todo lo imaginable: decenas de cadáveres descuartizados yacían apilados unos sobre otros mientras una veintena de mujeres, atadas con gruesas sogas, esperaban su turno, desangrándose, porque habían sido torturadas previamente.
Erzsébet Báthory sería emparedada en una habitación sellada, a oscuras, donde se le alimentaría a través de una estrecha ranura inferior, como a una bestia, hasta el 21 de agosto de 1614, día en que apareció tendida en el suelo, boca arriba y con los ojos abiertos; la expresión de su rostro era aterradora y su cadáver yacía sobre un charco de sangre.