La literatura en los tiempos
de internet
¿Qué opinan los autores de las nuevas tecnologías? ¿Cómo han influido en su trabajo diario? ¿Representan una ayuda inestimable o una servidumbre añadida?
Muchos destacan las indudables ventajas y no pocos coinciden en que el camino recorrido no tiene vuelta atrás, pero los escritores también plantean algunas reservas o reducen los beneficios a un orden secundario. MERCURIO pregunta a un grupo de autores actuales por las consecuencias del cambio de paradigma y por el uso que hacen de los nuevos dispositivos, las herramientas informáticas o las redes sociales. Dicen los expertos que estamos solo en los inicios de una nueva era cuyas consecuencias son todavía imprevisibles, pero el trabajo cotidiano de la mayoría de quienes se dedican a la literatura tiene ya poco que ver con el de hace apenas unas décadas.Juan Eslava Galán
Para los escritores de ensayo también ha sido revolucionaria la irrupción de las nuevas tecnologías. Internet te permite consultar una gran cantidad de textos que de otro modo no estarían a tu alcance. La biblioteca universal borgiana (y la hemeroteca) sin salir de casa. El aspecto negativo es que en internet cabe todo y hay que saber discernir entre el dato válido y el sesgado. Existe una infinidad de pseudoeruditos que se complacen en divulgar su propia ignorancia, no siempre con intención dolosa. Antes, cuando solamente una minoría tenía acceso a la edición, los datos eran más fiables.
Marta Rivera de la Cruz
Me llevo bien con las nuevas tecnologías. Tengo perfil de Facebook y de Twitter, que es utilísimo como herramienta de información. Las redes sociales juegan un papel decisivo en la difusión y promoción de mi trabajo y en el contacto con los lectores. Mi próxima novela tendrá web propia, igual que la tuvo La vida después. ¿Un defecto? Pues que, como todas las cosas, para que funcionen bien hay que dedicarles bastante tiempo, y eso no es algo que me sobre.
Héctor Abad Faciolince
Las nuevas tecnologías han sido una catástrofe para mi trabajo como escritor. Hasta la invención de la red, los escritores podíamos ejercer nuestro oficio tal como se hacía desde el principio de la escritura hasta finales del siglo XX. Ahora no tiene sentido seguir haciéndolo así: estamos todo el día conectados al mundo virtual y prácticamente escribimos en directo y en público nuestros borradores. No sé qué saldrá de todo esto, pero el regreso al pasado —o la permanencia allí como escritores decimonónicos— es un anacronismo sin sentido en nuestros días. La escritura y la lectura se han convertido en otra cosa mucho menos sistemática, mucho más distraída y fragmentaria. Si quiero escribir como antes tengo que recluirme en una especie de monasterio o burbuja en la que no haya señal de internet ni de celular con acceso a la red. Internet ha sido para la escritura lo que fue la fotografía para la pintura realista: una revolución de la que no saldremos iguales.
Clara Sánchez
Por una parte me hacen ganar tiempo y por otra perderlo. Están los beneficios de la correspondencia rápida, y que ya no tengo que cargar con los quinientos folios de la novela, la llevo en el pendrive. Corregir es facilísimo. También puedo ver la página en la pantalla como la verá el lector. Cuando escribía a mano en cuadernos mi letra era un obstáculo entre él y yo, mi presencia en la escritura era casi una carga. ¡Ah!, y puedo mantener contacto inmediato con los lectores. Hasta aquí las ventajas. El peligro consiste en que internet es adictivo y una continua distracción al alcance de los dedos. Cuando estoy escribiendo y me quedo en blanco o siento pereza, tengo demasiado cerca un mundo donde enterarme de mil cosas, donde meterme aquí o allá. Ni siquiera he de levantarme de la silla para marcharme a otro sitio. Puedo perder horas y horas sin darme cuenta.
Eugenio Fuentes
En mi trabajo como escritor, las nuevas tecnologías solo influyen en aspectos colaterales: facilidad y rapidez en la búsqueda de información, eficacia en el tratamiento de los textos, disponibilidad en cualquier momento… Pero no creo que afecten a mi escritura. En ese aspecto, ni la función crea el órgano ni la herramienta desarrolla el músculo. En el momento de escribir, uno está igualmente solo ante el papel en blanco que ante la pantalla vacía de píxeles que parpadea esperando las palabras adecuadas.
Nativel Preciado
Las nuevas tecnologías son imprescindibles para mi trabajo. Mientras escribo cliqueo con el ratón y accedo a Google que, a su vez, me abre todas las puertas del mundo. Puedo consultar desde una duda ortográfica insignificante (por ejemplo, la RAE desaconseja el uso de cliquear) hasta la biografía de Jane Goodall o la referencia de un libro de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. No entiendo cómo me las he arreglado sin estos recursos durante buena parte de mi vida profesional.
Jorge Franco
Las nuevas tecnologías no tendrían que afectar el trabajo de la escritura sino, por el contrario, favorecerlo en su difusión, aprovechando sus amplias posibilidades de alcance. Internet, por ejemplo, podría solucionar la limitada disponibilidad de títulos en las librerías y facilitaría su adquisición en cualquier lugar del mundo. Lamentablemente, las fronteras de los libros electrónicos siguen casi tan cerradas como las de los libros de papel, una limitación absurda que desaprovecha la oportunidad de ofrecer los libros en diferentes países e idiomas. La lectura, por su lado, no pierde sino que gana con la variedad de dispositivos. Antes fue la roca o el papiro, y hoy son las tabletas electrónicas. Lo importante no es dónde se lee sino conservar el hábito.
Lola Beccaria
Las nuevas tecnologías, a mi modo de ver, representan una experiencia contradictoria para los escritores. Por un lado, nos permiten una mayor presencia mediática, a través de las redes sociales, y favorecen que estemos en contacto directo con nuestros lectores, a los que tenemos oportunidad de conocer virtualmente. Por otro lado, someten al escritor a una exposición excesiva, que en ocasiones puede llegar a causarle estrés emocional; la dedicación y alimento exigidos por las redes roba tiempo a la escritura de verdad y psicológicamente representa un acentuado contraste entre el oficio, solitario e íntimo, del escritor y la contrapartida de su desvalida desnudez ante la palestra pública. Además, hay algo que también resulta desasosegante: el hecho de que cada vez más se espera del escritor que sea el vendedor de su propio producto, a través de estos nuevos medios, cuando en realidad quien debe hacer el marketing de una obra es la empresa editorial. Un escritor no tiene por qué saber venderse. Un escritor es un artista. Conviene defender esa idea y no olvidarla nunca.
Antonio Lucas
El uso que hago de las nuevas tecnologías no difiere demasiado del que hago de los diccionarios: principalmente, de consulta. No suelo navegar en exceso, no juego partidas múltiples, no consumo porno por internet y tampoco ligo en la Red. Imagino que me pierdo el 90% del potencial del asunto, pero así no me va mal. A cambio tengo Twitter y me divierte. Pero al escribir sigo tirando de folio. Y luego, transcribo y corrijo en pantalla. Soy un arcaico espontáneo, sospecho. No milito ya ni en el escepticismo digital.
María Dueñas
A veces me pregunto si habría sido capaz de escribir una novela sin internet. La respuesta, lógicamente, es afirmativa, pero estoy convencida de que mis historias nunca habrían sido las mismas de no haberse gestado en la era de la World Wide Web. A través de ella compro libros descatalogados cuyas esencias esparzo entre mis letras y encuentro viejas imágenes que tuercen hacia rumbos insospechados las tramas que flotan en mi imaginación. Trasiego en archivos, persigo el rastro de vivos y muertos, sobrevuelo territorios remotos y acerco otros mundos a mi escritura y a mi realidad. Cualquier otro apero tecnológico me resulta prescindible, pero lloraría desconsolada como una huérfana si me arrancaran de la red.
Pablo de Santis
De joven trabajaba en redacciones durante el día y escribía de noche. La Remington molestaba a los vecinos. Cuando llegó la computadora, la escritura se hizo silenciosa, pero para entonces había dejado de escribir de noche. Creo que los problemas y la tecnología siempre llegan a destiempo: cuando un problema es puntual la tecnología se demora, y viceversa. Los problemas y la tecnología son como los personajes de aquel cuento de Henry James que pasan la vida sin poder encontrarse.
Ricardo Menéndez Salmón
Querría recordar una frase de Comte en el Discurso sobre el espíritu positivo: “Nos guste o no, todos somos hijos de nuestro siglo”. Lo que hacemos, en cualquier caso, es mudar de una pantalla a otra. Entre el tipo sin nombre que pintó el arquero que identifica a Seix Barral y el escritor que trabaja con conexión wifi, hay unos cuantos rubicones mentales que cruzar, pero las certidumbres y los miedos no son muy distintos. Cambia nuestra plasticidad, pero el fondo permanece. Por otro lado, es obvio que se puede escribir como si las nuevas tecnologías no existieran, pero se me antoja difícil concebir la existencia del libro al margen de lo que ese paradigma significa, aunque solo sea porque la mayoría de escritores “visibles” publicamos en editoriales cuyo objetivo es llegar al mayor número posible de gente.
Ángel Antonio Herrera
Hace siglos que no me desempeño en la escritura a mano, con lo que el ordenador no es ya, para mí, una herramienta, sino una facultad más del propio cuerpo. He creído, siempre, en la escritura como acto físico, y tengo “somatizado” el mac, portátil, por más señas, como imagino tiene “somatizados” el músico un xilofón o un piano. Como hago poesía, o pretendo hacerla, todo ese guateque de Twitter o Google me da igual.
Alonso Cueto
Durante un tiempo, y hasta hace poco, escribía mis novelas con un bolígrafo, sentado en un café o en la cama o frente a una mesa. Como usaba el primer bolígrafo que encontraba, algunos días la novela era negra, otras azul y otras roja o incluso verde. Pero al escribir oía la rasgadura del boli en las hojas y al corregir el texto, miraba siempre mi caligrafía, mis tachaduras, mis letras cansadas que se iban inclinando. Ahora he pasado a escribir directamente en la computadora. Ahorro tiempo y encuentro datos en internet y la luz de la pantalla a veces me enceguece. Pero siento que me veo y me oigo menos, mientras escribo. Tengo que buscarme entre las letras y en mí mismo. Trato de aprender a escribir de nuevo.
Lolita Bosch
Creo que la pregunta ya caducó. Las nuevas tecnologías, internet o los dispositivos móviles, son parte tan esencial de nuestra vida y nos hemos acostumbrado con tanta naturalidad a ellas, que no son disociables. Ya no. Afectan, ayudan e imposibilitan en todo. Son rápidas y por lo tanto, a veces, poco críticas. Pero se han integrado con toda normalidad y cumplen una parte de las funciones de búsqueda y comunicación. No todas. Como escritora, me sirven para lo mismo para lo que sirven a otros gremios. Ya a estas alturas es como si nos preguntaran: ¿para qué sirven los diccionarios, el papel, la pluma, la goma de borrar? Para todo y para nada, como el resto. No hacen nuestro trabajo pero forman parte de nuestra vida.
Susana Fortes
He aprendido a navegar cautelosamente en internet, procurando huir de las aguas turbias, buscando los mares limpios y menos contaminados, como supongo que haría Conrad en estos tiempos. Por supuesto utilizo a diario el correo electrónico, el móvil, y soy de las que envían SMS en esa jerga abreviada que haría blasfemar en arameo a Lázaro Carreter si levantara la cabeza. Lo siento. Nadie es perfecto. También tengo el Kindle que tantos quebraderos de cabeza está dando al sector editorial, pero me siento antes lectora que escritora y he de reconocer que es más reconfortante viajar con Dostoievski en la mochila si pesa menos de 300 gramos. Además, para acabar de rematarlo, estoy en Facebook. En algunos países como EEUU es casi un requisito obligado exigido por las editoriales, que hacen la mitad de la promoción en las redes sociales. Opino que las nuevas tecnologías son herramientas formidables para un escritor, pero también hay algo en ellas que me hace enarcar una ceja. Resulta bastante inquietante comprobar hasta qué punto a la gente le gusta sentirse parte de un ente masivo que diluye a los individuos y diluye también su responsabilidad. Cada día asistimos a pleitesías fanáticas o linchamientos multitudinarios en Facebook y Twitter. Un asunto este bastante peliagudo. Veremos.