Las galaxias y el amor
Continuación de la novela La piel del cielo, El universo o nada es el largo y detallado homenaje que Elena Poniatowska rinde a quien fuera su marido, el genial astrónomo mexicano Guillermo Haro (1913-1988), padre y pionero de la astrofísica en su país. Es la biografía del gran “estrellero” (palabra empleada en el subtítulo de la edición original mexicana) y, al mismo tiempo, como declara en la p. 402, una biografía que, en su desarrollo, es contemplación de la propia vida de la ganadora del último Premio Cervantes. No es casual que, en su redacción, Poniatowska oscile entre el acercamiento pleno y la retirada a un lado del camino para que hablen y brillen los puros acontecimientos. El resultado es toda una ambiciosa biografía clásica acompañada de notas, fotografías y material bibliográfico. En el fondo siempre, desde la niñez del protagonista, subyace un México convulso, zarandeado por guerras y revueltas, un país atrasado e iletrado en el que el astrónomo inicia y desarrolla su tarea de gigantes en pos del avance social y científico. Gran parte de la obra muestra el combate feroz de Guillermo Haro contra las instituciones académicas y políticas, así como una larga y prolongada queja por el estancamiento de su nación y el sinfín de trabas administrativas.
Los inicios del libro muestran el tiempo desolado de matanzas y traiciones del general Huerta y de Revolución mexicana, una “tragedia nacional” tan aceptada y consabida que terminaba en “postales de tres por cinco”. También tiempos de hipocresía y discriminación social por el origen, como la que afecta a la propia, relegada madre de Haro, Leonor, que fallece cuando él tiene doce años y a la que el marido había otorgado poco más que el papel de una amante que no se muestra entre la buena sociedad. El padre de Guillermo es una figura distante que los deposita en adelante en casa de una tía, pero el futuro científico es un niño inteligente y curioso, permeable a las influencias de hombres sabios y coherentes, que asume el deseo de progreso del nuevo México pedagógico de Obregón y Vasconcelos y que virará poco a poco hacia el astrónomo humanista que termina siendo. En tiempos de Cárdenas, en un país tradicional, ultracatólico al noventa por ciento, que padece un sesenta por ciento de analfabetismo, Haro hace suya también esa tarea ilustrada. La influencia del médico César Margáin supone la ampliación de sus horizontes, pero asimismo el despertar de su conciencia social. Mucho antes de pasar a la historia por fundar modernos observatorios o por sus descubrimientos acerca del origen de las estrellas o la composición de las colas de cometa, educa, escolariza. Combatir los prejuicios y los dogmatismos, defender el laicismo y la libertad de enseñanza, son asuntos que mueven a los mejores de toda una generación, impresionados por el ejemplo de unos pocos políticos y reformadores íntegros como Narciso Bassols. Son los años militantes de la revista Combate.
Gran parte de la obra muestra el combate feroz de Guillermo Haro contra las instituciones académicas y políticas, así como una larga y prolongada queja por el estancamiento de su nación y el sinfín de trabas administrativasEste es un libro exhaustivo en el que no faltan las crónicas de los periódicos del momento, un nutrido epistolario nacional e internacional, o un amplio anecdotario de travesuras y rebeldías de juventud que a veces se pagaban caro. Junto a eso, el descubrimiento del Derecho, de la Filosofía, de las Matemáticas, la paciente observación del cielo, la militancia y compromiso con los desfavorecidos. La historia del siglo XX puntea y sacude cada momento del protagonista: el asesinato de Trotski, la ayuda a los republicanos españoles, la Segunda Guerra, la china de Mao, el asesinato del Ché o de Kennedy, Vietnam, la llegada del hombre a la luna, la dictadura argentina… Asistimos a sus tiempos de becado en Harvard donde deslumbra por sus capacidades, a su primer matrimonio —con la chilena Gladys Learn Rojas—, a sus viajes académicos, a su lucha por buscar e impulsar nuevos talentos mexicanos (una obsesión compartida con su amigo Octavio Paz que aparece aquí en cumplido epistolario, ambos miembros del Colegio Nacional)…, pero esta no es solo una historia de méritos cosechados a escala mundial en forma de honores, premios y reconocimientos, es también el relato de la historia de amor que surge, a mediados de los sesenta, entre el científico y la periodista que se acerca por vez primera a entrevistarlo. Haro y Poniatowska compartirán su vida, enfrentarán dificultades, tendrán hijos, y, junto a la admiración rendida de ella, su honestidad de autora no nos oculta los distanciamientos, las separaciones, y —sobre todo— las zonas de sombra de Haro, el carácter exigente y malhumorado, incluso tiránico. Unos rasgos de la personalidad del científico que fueron agudizándose con el paso del tiempo, conforme iba perdiendo facultades físicas y sintiéndose aislado, enfrentado a la percepción personal de estar “desfasado” y fuera de juego en medio de un mundo que cambiaba a demasiada velocidad, mientras él ya no podía sentirse necesario ni ser por más tiempo el hombre hiperactivo, aquella “central de energía” que reformaba la universidad o todo un país, aquel vicepresidente de la Unión Astronómica Internacional al que se requería por sus conocimientos y brillantez igual en Armenia, en Londres o en Moscú.Poniatowska muestra la amargura de su marido en el retiro y en el deterioro, el momento en el que ninguna Medalla Lomonósov de la Unión Soviética, ni ningún macro-observatorio en su honor con telescopio de cuarenta toneladas le parece tan importante como su asignatura pendiente de haber sido mejor padre y haber estado menos ausente. Si las cartas de amor entre ambos mostraban una mutua alegría irreprimible, los claroscuros de la difícil relación matrimonial con un científico tan prestigioso los expresa en leves quejas de la “Señora de Haro” o en frases tragicómicas cargadas de sentido: “A veces quisiera hablar yo de algo que no fuera el monóxido de carbono o el hidrógeno o el óxido de hierro…” Los compases finales son un hermoso tributo a quien luchó por la ciencia tanto como por la justicia social.