Las Regentas
¿Quiso de verdad Leopoldo Alas a Ana Ozores? ¿Intentó comprender los sentimientos de su protagonista, su sensualidad primero frustrada y luego ferozmente castigada?
1. Ana Ozores y George Sand
De joven, a Ana Ozores le gustaba escribir poemas. Cuando las gentes de Vetusta se enteraron, comenzaron a burlarse de aquella costumbre “hombruna, vicio de hombres vulgares, plebeyos” y decidieron insultar a la joven poeta llamándola sarcásticamente George Sand (bueno, por mejor decirlo, “Jorge Sandio”: en el XIX les dio a los españoles por castellanizar todos los nombres extranjeros).
Ana Ozores se plegó, por supuesto, y abandonó el “vicio”, guardando para siempre silencio sobre sus dudas o sus anhelos más íntimos. ¿Cuántas mujeres de su tiempo no lo habrían hecho? Una dama que pretendiera tener una voz propia se jugaba no sólo su propio honor, sino también el de su familia.
Pero acaso muchas, muchas, desearan ser en el fondo George Sand: una mujer libre y valiente, capaz de dirigir su propia vida, de actuar y pensar y escribir y amar y hasta desamar según su propio criterio y no el de la sociedad burguesa. Una mujer que jamás habría sido protagonista de una novela como La Regenta, o Ana Karenina o Madame Bovary. Porque jamás, ni un único día de su vida, se aburrió ni se sometió a los biempensantes.
2. Ana Ozores y Vetusta
A medida que voy cumpliendo años, Vetusta me resulta cada vez más repugnante. Cuando era joven, los sapos de esa ciudad hipócrita y mezquina simplemente me daban risa. Me creía, imagino, muy por encima de sus miserias. Ahora pienso en todas las personas que han sido y son víctimas del veneno de los infinitos batracios del mundo, y me dan asco.
Sí, Vetusta es un pantano poblado de bichos infectos que vigilan unidos, escupen unidos y empujan unidos al fondo de las miasmas a quien se equivoca o se atreve. Pienso en Ana Ozores, desmayada bajo el aliento del sapo-monaguillo sobre las grandes losas blanquinegras de la catedral, y siento una compasión infinita por todas las mujeres que en todas las Vetustas del mundo —incontables como las mismísimas estrellas— han sido perseguidas, pisoteadas y asfixiadas.
3. Ana Ozores y Clarín
¿Quiso de verdad Leopoldo Alas a Ana Ozores? ¿Fue uno de esos escritores que sienten una profunda empatía por sus personajes? ¿Intentó comprender los sentimientos de su protagonista, la soledad que él mismo le diseñó, la angustia que quiso conferirle, su sensualidad primero frustrada y luego ferozmente castigada por su propia decisión de creador omnipotente?
¿O acaso la juzgó él mismo sin piedad, la condenó sin remedio a una vida de torturas morales porque realmente despreciaba a las mujeres como ella? ¿Quizá la tumbó de espaldas sobre el suelo frío de la catedral, inerte, muda ya para siempre, porque ese era el destino que, en su opinión, debían sufrir las mujeres pecadoras como ella?
Quiero creer que la amó y que detestó a la sociedad que obligaba a todas las Regentas del mundo a padecer. Pero recuerdo al mismo tiempo sus patriarcales y duras palabras contra la educación igualitaria de las mujeres, que “pugna tanto con las costumbres, con las preocupaciones y acaso con el temperamento nacional”. Recuerdo sus críticas a Emilia Pardo Bazán por querer ser académica. Y recuerdo sobre todo, como un bofetón, que la llamó “puta” en una carta a Pérez Galdós por atreverse a tener opiniones propias.
¿Entonces…? ¿Qué debo pensar…? ¿Hay otra lectura posible de La Regenta, del ahogo de Ana Ozores, que no es la mía…? Y, de ser así, ¿me parece Clarín peor escritor…? Ay… ¿Por qué nunca puedo responder a esta pregunta…?