Originalidad, alcance, proyección
El Diccionario de María Moliner representó una orientación nueva, que abordaba el uso de la lengua a través de su empleo real en el habla y de las relaciones entre palabras
El Diccionario de uso del español de María Moliner (DUE) fue considerado por su autora como su aportación más importante: su único mérito. Cuando doña María falleció el 22 de enero de 1981, fueron muchos los escritores, los profesores o los periodistas que lo ensalzaron. Miguel Delibes lo definió como “una obra que justifica toda una vida”, y Fernando Savater lo juzgó como “el único diccionario que se puede manejar en este país”1. El País incluyó, en semanas siguientes, importantes artículos, muy encomiásticos, de Francisco Umbral, de Victoria Kent o, sobre todo, de Gabriel García Márquez. El texto del escritor colombiano (“La mujer que escribió un diccionario”), publicado el 10 de febrero de 1981, lo valoró como “[el] más completo, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”.Afortunadamente, en la actualidad, la vida y la obra de María Moliner son justamente destacadas y admiradas no solo por su contribución lexicográfica, sino también por su importante aportación a la política bibliotecaria de la II República. El nombre de doña María aparece en el callejero de muchas de nuestras ciudades y en numerosas bibliotecas, en muchos colegios públicos e institutos de enseñanza secundaria.
Pero, ¿en qué consiste la originalidad del Diccionario de uso del español?
En comparación con el clásico Diccionario de la lengua española de la RAE, que, en las ediciones de 1947 y de 1956, le sirvió a Moliner de referencia fundamental, su valor no radicó tanto en la cantidad de las palabras definidas por uno y otro, sino en la concepción del DUE: claramente diferente de la que subyace a la obra académica.
El Diccionario de María Moliner no solo ofrecía las definiciones de las palabras, sino que lo hacía con un lenguaje nuevo, propio de la lengua culta usual, evitando, además, la circularidad de muchas de las definiciones del DRAEEl DUE no solo ofrecía las definiciones de las palabras recogidas en él, sino que lo hacía con un lenguaje nuevo, propio de la lengua culta usual, evitando, además, la circularidad de muchas de las definiciones del académico. Y aportaba muchos más datos sobre cada una de sus entradas: sinónimos, antónimos y fraseología; una ordenación no solo alfabética, sino también por medio de una agrupación etimológica, e incluyendo, dentro de muchas de sus entradas, un catálogo de familias de palabras que remitían a otras. En una palabra, Moliner aspiraba a ofrecer en su diccionario una organización orgánica de la lengua: una obra que reuniera en un solo libro todas las relaciones, semasiológicas y onomasiológicas, que las palabras contraen en su uso.El DUE incluía, en su primera edición, un prólogo extraordinariamente clarificador de los objetivos y de la concepción de un diccionario de uso por parte de su autora (este prólogo, casi excluido en la segunda y en la tercera ediciones, se ha recuperado en la de 2016-2017). Ahí se puede comprender bien hasta qué punto doña María pensaba en sus lectores, a los que quería ofrecer una presentación clara, acompañada de ejemplos ilustradores, del valor de cada palabra, de su empleo real en el habla y de la relación con otras afines, o de significado contrario, o relacionadas de diverso modo (por ejemplo, bajo la voz bordar, los tipos de bordados que se conocen en español, los instrumentos para bordar, los verbos vinculados a bordar, las personas que bordan, etc.).
El DUE sorprendió en su primera edición porque aparecía poblado de signos (flechas, círculos, puntos, etc.) nada habituales en las obras del género y que contenía una información lexicográfica absolutamente impresionante. Un diccionario que presentaba las palabras, como siempre, claro está, por orden alfabético, pero que, además, en muchos de los casos, las agrupaba a partir de una primera voz que representaba el elemento matriz de la familia etimológica a la que pertenecían (por ejemplo, agir encabezaba a agencia, agenciar, agenciarse, agencioso, agenda, agente, agestado, agestarse, agestión, agibílibus, agible, ágil, agilidad, agilitarse o agilizarse, ágilmente, agina, aginarse, agitable, agitación, agitado, -a, agitador, -a, agitante, agitar y agitarse2). El DUE diferenciaba, por otra parte, mediante tipos diferentes de letra, las palabras usuales de las que no lo son. Era, pues, un diccionario totalmente renovador, y tal vez por ello raro, de no fácil manejo en una primera consulta.
Fueron los hispanistas extranjeros los primeros que lo acogieron con entusiasmo. Así, José María Viqueira lo juzgó “un libro extraordinario en su género, de ésos que pueden aparecer uno por siglo, cuando mucho”3 y Colin Smith: “a great dictionary and by far the best thing of its kind which is known to me […] it is radically new as a piece of lexicography”4. En el ámbito académico español, el DUE se recibió de forma positiva, sí, pero no sin ciertas reticencias. Manuel Seco fue el primer lexicógrafo español que precisó el alcance y la originalidad de la obra5.
Moliner recogía sinónimos, antónimos y fraseología; una ordenación no solo alfabética, sino también por medio de una agrupación etimológica, e incluyendo, dentro de muchas de sus entradas, un catálogo de familias de palabrasEl DUE se convirtió a partir de la década de los ochenta del siglo XX en objeto de estudio —no solo fue un instrumento de consulta—. Se ha analizado, por ejemplo, el tratamiento que ofrece de los verbos atributivos, o de las partículas discursivas, etc. Así lo han hecho la lingüista Inmaculada Penadés, y los lingüistas Manuel Alvar Ezquerra, Manuel Casado Velarde o Manuel Casas. Y, sobre todo, el DUE se ha revelado como el diccionario que representa la nueva orientación de la lexicografía en España: los diccionarios del español, multiplicados a partir de la década de los noventa, se han centrado en ofrecer el uso de la lengua a través de definiciones claras y con ejemplos reveladores de aquel. De manera que puede decirse que el DUE ha influido (directa o indirectamente) en la renovación del propio trabajo de la RAE.Por último, quiero destacar que la fuente inspiradora del Diccionario de uso del español no ha sido tanto algún diccionario extranjero como un singular Diccionario de aragonesismos que no llegó a ver la luz, y del que se ocupó centralmente El estudio de Filología de Aragón (1915-1932), cuyo director fue don Juan Moneva Puyol, catedrático de Derecho Canónico de la Universidad de Zaragoza, gran amigo de un tío carnal de María Moliner; Estudio del que doña María fue colaboradora y secretaria en sus años de formación universitaria en la Universidad de Zaragoza (1918-1922). Dicho diccionario pretendía ofrecer para las voces características de Aragón (tanto de origen aragonés, como catalán, o características del español regional de Aragón), un conjunto de datos y una configuración interna muy afines a las del Diccionario de uso del español6.
María Antonia Martín Zorraquino es catedrática de Lengua y Literatura de la Universidad de Zaragoza. Fue comisaria del Centenario de María Moliner (2000) en el Gobierno de Aragón.
1 Véase El País del 23 de enero de 1981.
2 Debe quedar claro para el lector que la ordenación indicada implicaba a menudo una doble presencia de la entrada de una voz en el DUE: a) en el lugar que le correspondía por orden alfabético riguroso (desde donde se remitía, si era el caso, al de la palabra inicial de la familia etimológica en la que se insertaba) y, b) en el que le correspondiera, también por orden alfabético, en el interior de dicha familia etimológica, donde se la definía y trataba en toda su extensión.
3 Véase José María Viqueira, “[Reseña a:] María Moliner. Diccionario de uso del español”, Revista Portuguesa de Filología, 14, 1966 / 1968 (1969), pp. 436-443, p. 443.
4 Véase Colin Smith: “[Reseña a:] María Moliner. Diccionario de uso del español”, Bulletin of Hispanic Studies, 46, 1969, pp. 49-51, p. 50.
5 Véase Manuel Seco: “Medio siglo de lexicografía española (1930-1980)”, en Estudios de lexicografía española, Madrid, Paraninfo, 1987, pp. 194-207, y “María Moliner: Apéndice a ‘Medio siglo de lexicografía española (1930-1980)’”, op. cit., pp. 207-211.
6 Véanse María Pilar Benítez Marco, María Moliner y las primeras estudiosas del aragonés y del catalán de Aragón, Zaragoza, Rolde de Estudios Aragoneses, 2010, pp. 69-99, y José Luis Aliaga Jiménez y María Pilar Benítez Marco, El estudio de Filología de Aragón. Historia de una institución y de una época, Zaragoza, Institución “Fernando el Católico”, 2011.