Sacar de su abismo las palabras
Ya desde antes de sus estancias en México y Estados Unidos, la poética de Ida Vitale se fundamentaba en la necesidad de la búsqueda para no caer en lo verbalmente consabido
En uno de los textos de Shakespeare Palace, dice Vitale: “No tendría la debida confianza en las palabras si no estuviese segura de que los distintos momentos de mi vida, los lugares donde se aclimataron y los seres que los compartieron giran como planetas en torno de alguna de ellas”. Y en la “Hoja de intenciones” que coloca al frente de su Léxico de afinidades, nos advierte de que, ante su determinación de ceder a “la tentación del orden”, opta por el sistema “más inocente, el alfabético”, pero el criterio de selección para espigar en tan amplio campo es tajante: “limito, pues, seleccionando por afinidades el léxico que cuaja, arbitrario, en torno a cada letra: no todas, sino aquellas palabras que me cantan”. Las palabras que son centro de una especie de sistema planetario, y que, a la manera del valor pitagórico de la música, configuran un mundo. Un caso más: el texto final de El ABC de Byobu acaba con una serie de aforismos; entre ellos, este: “Las palabras son un modo de organizar el tumulto interior, de estar mejor que solo, callado. A veces hay que hacerles cambiar su forma de andar por el mundo, el uso impuro a cuyo automatismo agamuzado nos habituamos”.La fascinación por la palabra (incluso por la palabra aislada, sin ataderos ni siquiera sintácticos) es una constante en la obra de Ida Vitale, no solo en cuanto al ejercicio —esmeradísimo, cristalino— de la escritura, sino también en cuanto a la reflexión sobre ese hecho, y al expreso propósito de tomar esa vía como norte de actuación literaria. Con respecto a la evolución de su poética, suele situarse ese cambio de rumbo hacia una muy potente conciencia del valor de lo lingüístico en el poema en los libros publicados con posterioridad a su salida de Montevideo (1974); es decir, a su exilio en México (y la posible influencia de Octavio Paz y el entorno de la revista Vuelta) y a su posterior estancia en Estados Unidos. Sin embargo, basta con leer con detenimiento libros de su primera etapa —por ejemplo el poema “Canon” de su segundo título, Palabra dada (1953)— para ver que ya aparecen esos rasgos.
En libros posteriores, ya de los ochenta, como Jardín de sílice o Sueños de la constancia, se acentúa notablemente esta deriva (poemas como “Sequía” o “Estilo”) hasta llegar al libro que, desde mi punto de vista, es realmente sustantivo en la consolidación de una estética: Procura de lo imposible, cuyo título no deja de ser una extractada declaración poética. La poeta entra (y nos hace entrar) de lleno en una nueva forma de afrontar el poema, en la que la concisión, el cuidado extremo de la palabra llevan al grado máximo de utilización la función poética del lenguaje (y aun la función retórica, tal como la conciben los tratadistas neorretóricos actuales): juegos verbales, rimas internas, guiños de intertextualidades, múltiples aliteraciones. Y todo esto, no como ejercicio de pirotecnia verbalista, sino como concepción estructuradora del poema, en una tradición en la que no están ausentes los conceptistas barrocos, aunque es también evidente la huella del culterano y explorador máximo de la lengua, Góngora, a quien Vitale cita en más de una ocasión, ni está ausente Mallarmé.
El sentido mallarmeano de pureza, en el caso de Ida Vitale, pasa por la acción, esto es, la creación, que es activa: “(I) Las palabras son nómadas. La mala poesía las vuelve sedentarias”; y también por el expurgo y la contención: “(II) Es imperdonable reducir la poesía a su máxima expresión. ‘Menos es más’, sabía Mies van der Rohe”. El método de exploración de una mirada atenta al detalle, a lo insignificante, a lo mínimo. Tal vez sea ese el camino, como se dice en uno de los pensamientos finales del ABC (muy en el imaginario y la estética zen), que lleva al hallazgo de lo poético: “La poesía busca sacar de su abismo ciertas palabras que puedan constituir el tejido de cicatrización tras el que todos andamos sin saberlo”.