“Si quiero hacer una novela realista, es natural que haya sexo”
Francisco de Paula Fernández, un treintañero de Carmona (Sevilla), se ha convertido en un autor muy popular bajo el seudónimo de Blue Jeans. Es un tipo feliz, con sempiterna gorra de visera y una amplia sonrisa. Acaba de enlazar una gira por Andalucía con otra por Latinoamérica. Tiene callo en el dedo de tanto firmar dedicatorias a sus miles de fans. Está cansado, pero contento. Tras ¡Buenos días, princesa! —novela de la que ya se está preparando película— y No sonrías que me enamoro, ha completado la trilogía con ¿Puedo soñar contigo? (Planeta).
Blue Jeans ha sabido conectar con un ejército de lectores adolescentes, la mayoría chicas, que se sienten identificadas con la pandilla protagonista de la serie. Sienten que estos libros hablan de ellas, expresan sus sentimientos y miedos, explican cómo es su vida: cómo sufren por el chico que les gusta, se sienten hermanadas con sus amigos o enfrentan asuntos cotidianos y actuales, como el acoso escolar o el rechazo por ser homosexual. Ese es el acierto de Blue Jeans, que se mantiene cerca de sus jóvenes lectores a través de sus seguidores en las redes sociales.
—¿Por qué gustan tanto sus libros?
—Porque son muy de hoy en día y los chicos se identifican, porque hago capítulos cortos con un final que invita a seguir, porque son novelas muy corales, porque conecto con ellos en las redes y procuro que no haya lejanía entre el autor y el lector. Pero además de todo eso, hay algo que se me escapa, y no sé qué es.
—Hasta hace poco los jóvenes preferían historias fantásticas…
—Sí, hasta que apareció Federico Moccia. La novela romántica ha existido siempre, pero desde hace dos o tres años está de moda, también para adultos.
—Y la romántica erótica. ¿Cómo trata el sexo en sus libros?
—Con naturalidad, procuro no pasarme ni quedarme corto. Con cuidado y cariño, porque tengo lectores de doce y trece años, pero sin dejar de hablar de nada, porque tengo lectores mayores. No me gusta el fundido en negro en las escenas de sexo, y de momento no he recibido quejas. Hice una encuesta sobre el tema en Twitter y mis lectores están de acuerdo en que el sexo es necesario cuando la escena lo requiere. No hay sexo por sexo, pero tampoco se omite. Si quiero hacer una novela realista, es natural que haya sexo.
—¿Y el alcohol? ¿Y las drogas?
—No lo he tratado, no ha venido a cuento. Yo prácticamente no bebo alcohol y a mis lectores les digo que no es necesario para divertirse.
—Sin embargo, sí están presentes los estudios, un tema que aparece poco en películas y series de televisión para adolescentes.
—Es que mis novelas son realistas: los chavales hablan de derivadas, de oraciones subordinadas… Es lo que hacen mis lectores cuando dejan mi libro al lado.
—¿Ha tenido que documentarse sobre los programas académicos?
“Más que novelas románticas, las mías son novelas juveniles, que hablan de amistad, de las relaciones con los padres, de ‘bullying’… Son románticas, pero se tocan otros muchos temas. No son libros cursis o solo de chicas”—En ¿Puedo soñar contigo? los personajes estudian Primero de Bachillerato y pregunté en las redes sociales por las materias, por las discotecas de moda, la zonas para salir, la vestimenta… Sigo en Twitter a todos los que vienen a mis firmas: con leer sus tuits ya me entero de lo que hacen, a dónde van, qué les interesa… Sería más difícil escribir sobre la Segunda Guerra Mundial. A los adolescentes los tengo en mi ordenador o en una cafetería, a mi alrededor.—La trilogía de “El club de los incomprendidos”, ¿cómo se le ocurrió?
—En mi primera novela, Canciones para Paula, todo era demasiado perfecto. Decidí hacer algo distinto con personajes que se sienten solos sin ser frikis, con chicos que se sienten —como dice el título— incomprendidos. Bruno es bajito, le pegan los malotes; Meri es lesbiana y usa gafas, es muy callada porque ama en silencio… Los personajes se van encontrando unos a otros y algunos han dejado de sentirse desplazados.
—Es curioso que ahora tantos hombres escriban novela romántica.
—A mí me sale natural. Leí a Federico Moccia, me gustó y pensé: yo puedo hacer algo así. Me siento cómodo en este género, pero más que novelas románticas, las mías son novelas juveniles, que hablan de amistad, de las relaciones con los padres, de bullying… Son románticas, pero se tocan otros muchos temas. No son libros cursis o solo de chicas.
—¿Está harto de que lo comparen con Moccia?
—No, en absoluto. Pero nuestros libros son diferentes. Moccia llegó desde el principio a lectores de distintas edades, quizás por la diferencia de edad de los protagonistas de Perdona si te llamo amor: el chico tiene 37 años. En mis novelas, los personajes son juveniles.
—Ha ganado el Cervantes Chico, ¿le preocupa el prestigio, la opinión de la crítica?
—Soy consciente de que me queda mucho por mejorar, soy joven, tengo tiempo. Ni siquiera me considero escritor, es una palabra muy grande. El Cervantes Chico es para mí un orgullo y una responsabilidad, pero más que los premios me interesan los lectores, que lo pasen bien, que se entretengan, que un libro les ayude a desconectar de su día a día. En las firmas algunos me cuentan que mis libros son la válvula de escape de sus problemas. Yo no soy psicólogo, ni médico, y me preguntan cosas muy difíciles. Hay gente que lee porque no se encuentra bien. Vienen chicas víctimas de anorexia, de bullying, con cortes en los brazos… Dedico varias horas al día a contactar con mis lectores en las redes sociales.
—Empezó a escribir en internet.
—Hace cinco o seis años era mucho más sencillo. Ahora hay muchos blogs, páginas, redes nuevas… Mucha gente escribe por Whatsapp, o en autoedición. Yo tuve la suerte de que cuando empecé no éramos tantos.
—¿Qué ha cambiado?
—Todo. Por ejemplo, yo empecé en Fotolog, una red social en la que ponías una foto y añadías un texto. Allí comencé Canciones para Paula. La foto no me importaba, ponía cualquiera, era la excusa para añadir el texto. Después llegaron FotoWho y Netlog, que no tuvieron éxito, y más tarde el fenómeno Tuenti, ahí fue donde todo creció: llegué a tener hasta 150 cuentas diferentes, porque cada cuenta tenía un límite de usuarios. Y ya Tuenti se ha quedado atrás. Ahora priman Twitter, Facebook e Instagram, aunque Facebook está empezando a caer.
—De autopublicarse en internet a más de 200.000 lectores.
—Es una suerte. Tengo que aprovechar esta oportunidad porque yo sé lo que es no encontrar trabajo. Terminé Periodismo y no me supe mover. Me quedé en Madrid, solo y bloqueado, a lo mejor me pudo la presión. No culpo a nadie, pero fueron tiempos duros. Ahora los libros me han dado la vida.
—Incluso le han dado a su chica.
—Sí (se ríe), es una de mis fans, vino a verme y… Escribe mucho mejor que yo.
—Estará contenta con un novio tan romántico.
—Se hace lo que se puede.
—¿Se apoya en experiencias personales para sus novelas?
—Son libros de ficción en los que cuento cosas que me han pasado, otras que me han contado, y otras que intuyo. Es una mezcla de todo.
—¿Cómo fue su adolescencia?
—Muy buena. Era muy tímido y reservado: no era popular. Hacía mucho deporte, jugaba en la calle con mis amigos, y era muy responsable, yo mismo me ponía la hora de volver a casa: no saqué los pies del plato. En la Universidad se me abrieron los ojos, pero nunca he sido de fiestas hasta las tantas.
—Y escribía…
—Estuve dos años escribiendo una novela de misterio que me rechazaron en todas las editoriales. Por eso me fui a internet, a probar si valía o no.
—¿Va a publicar esa novela de misterio?
—No es el momento, volvería locos a mis lectores. Me queda mucho recorrido en la novela juvenil.