Trazos subversivos
De ‘La Codorniz’ a ‘Mongolia’, tres cuartos de siglo de humor gráfico en la prensa española señalan la vitalidad de un género asociado a la memoria de varias generaciones
El humor gráfico español, con más de dos siglos de existencia, ocupa un lugar propio en la evolución de la prensa satírica y, como ella, ha sufrido los avatares históricos del progreso hacia la libertad de expresión, los problemas con la censura y las luchas por su reconocimiento como una manifestación del arte crítico e independiente. Rastrear su huella —en los archivos, en las bibliotecas o sobre todo en las hemerotecas— requiere un recorrido por la prensa general y la especializada, pues el humor se concentraba en las publicaciones y periódicos satíricos, pero también ha tenido espacio en la prensa generalista, informativa y de opinión. Se ofrece aquí una visión panorámica de este material sensible, documental e histórico, que abarca desde la aparición de La Codorniz, en 1941, hasta Mongolia, que está en los quioscos desde marzo de 2012. Un periodo que reúne cerca de setenta y cinco años de la vida española.
La revista más audaz
La revista humorística La Codorniz inicia su andadura en Madrid en el verano de 1941, impulsada por el dramaturgo Miguel Mihura, que durante la Guerra Civil había dirigido la revista combatiente La Ametralladora, desde 1937 a 1939. Con gente muy cercana a Dionisio Ridruejo y parece que con su acuerdo, circuló la propuesta de una revista titulada La Perdiz, de la que hasta hubo alguna maqueta o monstruo manejable, pero que finalmente fue desechada por la elección de otra, con el título de La Codorniz, que propugnaba Mihura y aprobó el director general de Prensa, Jesús Ercilla, su amigo desde la contienda. Con la experiencia de sus colaboraciones en la prensa satírica de anteguerra, Mihura se rodeó de amigos y especialistas prestigiados, para sacar adelante una revista que crearía escuela. Ahí estaban Antonio de Lara (“Tono”), Enrique Herreros, Picó, Galindo, José López Rubio y Álvaro de Laiglesia.
El humor gráfico ha sufrido los avatares históricos del progreso hacia la libertad de expresión, los problemas con la censura y las luchas por su reconocimiento como una manifestación del arte crítico e independienteLa peripecia de La Codorniz, con cuarenta y siete años de existencia a lo largo del franquismo y aun en los primeros años de la Transición, es conocida por numerosos estudios e investigaciones especializadas. De la mano de Mihura, hasta 1944, y luego de Álvaro de Laiglesia hasta 1977, la revista decana del humor en la España de aquellas décadas, vivió años de éxitos y preponderancia, con el orgulloso lema de “La revista más audaz, para el lector más inteligente”. Se apelaba así a un público exigente y enterado, no a cualquier lector de periódico masivo. Su clasismo era evidente y no todos entendían algunos de sus chistes, textos o ilustraciones subidos de tono.Eran una leyenda urbana sus desencuentros con los censores y todavía se comentan los números y portadas dedicados a asuntos conflictivos, que inevitablemente había que eludir y ni por asomo podían publicarse. Aún quedan quienes aseguran haber visto esos ejemplares descartados… De esa época son recordados humoristas gráficos como Gila, Mingote, Chumy Chúmez, Goñi, Dátile, Serafín, Tilu, Pablo San José, Máximo, Cebrián y muchos más. Entre 1977 y 1978, La Codorniz se resistía a desaparecer y todavía aguantó otras 76 semanas de la mano de Summers y Cándido.
El lento despegue hasta ‘Hermano Lobo’
Desde 1941 hasta 1972, cuando aparece Hermano Lobo, el humor gráfico español estuvo marcado por los dictados de la revista decana e intentando competir tímidamente con ella u otras publicaciones que surgían y desaparecían, devoradas por el mercado empecinado en un modelo ya obsoleto. Contra La Codorniz surgieron revistas como Cucú, El DDT, Don Venerando, Pepote, ¡Tururut!, Titirimundi, Humorismo Mundial, El Caimán, Don José, Locus, La Olla, Pepe Cola, PZ, Can Can, Mata Ratos, Reseso, Tele-Cómico, El Pito, Barrabás, El Papus y, sobre todo, Hermano Lobo y Por Favor. Cada una de estas publicaciones aportaba algún detalle innovador, en formato, diseño, contenidos o estructura global, pero no podían competir con el dominio y la rutina del mercado, aherrojado por los modos de La Codorniz.
Con el tardofranquismo, tras las revueltas de 1968 en París y los EE.UU, la prensa sufrió el empuje de las nuevas tendencias de lo hippy, el rock y lo marginal, corrientes culturales que arrasaron en todo el mundo y de las que España no quedó fuera. A ellas se apuntó Hermano Lobo en 1972, con un humor gráfico que representaba como ninguna otra publicación los nuevos tiempos y se erigió como portavoz de la disidencia, símbolo del humor político contestatario y contrario al régimen franquista, aun sin decirlo expresamente. De la mano de Chumy Chúmez, Summers, Perich, Forges, Máximo, Ramón, Saltés, OPS, Dodot, Sir Cámara y otros, algunos que incluso habían debutado en la revista decana, se impusieron con nuevos bríos y modos de hacer sátira crítica. Su inicio arrollador, con ciento cincuenta mil ejemplares que se agotaron, era algo nunca visto. Su subtítulo, “Semanario de humor dentro de lo que cabe”, aludía a sus luchas semanales contra la censura.
Humor libertario
Otra revista innovadora fue El Papus, que surgió en 1973 y llegó mucho más lejos en su virulencia sociopolítica. Su propuesta anarquizante y libertaria, con una tirada inicial de ciento quince mil ejemplares, alcanzó un techo de cuatrocientos mil en marzo de 1976. Algunos de sus dibujantes destacados eran Gin, Ja, Ivá, García Lorente, Oscar, Tom, Fer, Ventura & Nieto, Vives y Oli. Blanco de las iras de la extrema derecha, la revista fue objeto de un atentado ultra en el que murió una persona y hubo numerosos heridos.
En marzo de 1974, como escisión de Hermano Lobo ya en decadencia, aparece Por Favor, que fue mucho más lejos en su humor politizado y de actualidad. Su impulsor principal era Perich, que se llevó con él a Forges, Cesc, Máximo, Guillén, Romeu, El Cubri, Turnes y Vallés. Su tirada media rondaba los cincuenta mil ejemplares y también sufrió multas y la suspensión por cuatro meses. El virulento humor de estas revistas sería ahora difícilmente comprensible, pero entonces los lectores entendían sus guiños y asimismo la censura, que los perseguía implacable. Vinieron después El Jueves, Butifarra, El Cuervo, Nacional Show, Balalaika, HDiosO, Tmeo, Cuadernos de Humor, La Puta Mili, ¡A las barricadas! o El virus mutante. Y otras con menos aguante y mucha carga crítica, en cada una de las diecisiete autonomías.
De la Transición a nuestros días
Casi todas estas publicaciones humorísticas eran semanales y aguantaban dos o tres años, a lo sumo, salvo El Jueves, que aún sobrevive con 1.910 semanas y 37 años a sus espaldas. Empezó en mayo de 1977, con el subtítulo de “La revista que sale los viernes” —luego pasó a los miércoles— y una tirada de cien mil ejemplares de los que vendió la mitad. Entre sus dibujantes figuraban Gin, J.L. Martín, Romeu, Tha, Fer, Kim, Gallego & Rey, Azagra, Alfons López, Tom, Martinmorales, Bernet, Ventura, Mariel, Monteys, Manel, Ozelui, Vera, Guillermo y Bernardo Vergara, entre otros. Su humor, más costumbrista y menos politizado, enganchó con la juventud y la clase media ciudadana, a la que todavía se dirige.
La más reciente revista satírica es Mongolia, de periodicidad mensual, que incluye una sección crítica, feroz, titulada “Reality News”, donde se aborda en serio todo tipo de asuntos de corrupción. Junto al propio nombre, un guiño para “expertos”, destaca una selección de nuevos humoristas como Darío Adanti, Mauro Entrialgo, Liniers, Langer, Javirroyo, Jlus Nonok, Javier Vázquez o Niño Rodríguez, toda una generación rompedora. Iniciada en marzo de 2012, recupera el humor político feroz de El Papus o Por Favor y aún más el de las revistas satíricas de la anteguerra civil.
Luis Conde Martín es periodista e historiador del humor gráfico español