Un pionero de la autopromoción
En recensiones anónimas que escribía él mismo, publicaba en los diarios e incorporó a las sucesivas ediciones de su obra, Whitman reflejó su ansiedad por el reconocimiento
Consciente de que estaba escribiendo algo nuevo, Walt Whitman preparó, incluso desde la portada de su primer libro y mediante sus componentes tipográficos, que tan bien conocía gracias a su experiencia en imprentas, una exposición pública en calidad de poeta deslizando, en paralelo, una manera de destacar, admirar y proteger su propia poesía para con ello compensar los comentarios despectivos que pudieran originarse. De tal modo que elaboró una estrategia de autodefensa y autopublicidad única e impudorosa, a veces con un tono exagerado en la prensa, y otras a modo de reflexión literaria más sutil, sobre todo en los extensos prefacios que incorporó a las diferentes ediciones de Leaves of Grass.Lo hizo mediante dos caminos: hablando de manera pionera e hiperbólica de la grandeza de su país y de sus gentes, y deseando la llegada de un poeta que estuviera acorde con tamaña grandeza. Creaba así una comunicación estrecha entre el público que necesitaba a su nuevo cantor y el poeta que había aparecido para satisfacer ese vacío, que no era otro que Walt Whitman. Al referirse a un país entero y a sus necesidades espirituales y literarias, no dejaba de hablar de sí mismo: de su fe en la eternidad del ser humano, de su actitud de profeta con claros elementos jesuíticos. Y como equiparando las sagradas escrituras que enfatizan su mensaje de bondad y entrega a los demás, ofrecía su propia biblia que todo el mundo había de tener siempre cerca: “Leerás estas Hojas de hierba al aire libre, en todas las estaciones de todos los años de tu vida”.
El poeta de Long Island intentó atraer a cualquier ser humano diciéndole que todo cuanto hiciera o pensara era importante, que un gran poema era para todas las épocas y para todas las personas, para todos los estados y caracteresConvocar al lector a que acompañe su libro es una treta fabulosa con la que logra dirigirse a las generaciones venideras, pues no en vano advierte que el pasado, el presente y el futuro están unidos. El poeta de Long Island intentó atraer a cualquier ser humano diciéndole que todo cuanto hiciera o pensara era importante, que un gran poema era para todas las épocas y para todas las personas, para todos los estados y caracteres; una aspiración esta innovadora en el terreno de las letras, una estratagema insuperable al proyectarse a todo el planeta, a todos los tiempos.Con todo, esta sinceridad que enarbola por escrito podría cuestionarse desde el momento en que el ofrecimiento de su poesía generaba también una campaña de autopromoción engañosa por hacerla de modo anónimo, o bien por intentar dirigir opiniones ajenas para su propio beneficio y enaltecerse, cual agente comercial del siglo XXI. Él mismo, en una nota anónima para la primera edición de Hojas de hierba, se describió así: “¡Por fin un bardo americano! Uno de los personajes burdos, grande, orgulloso, afectuoso, comiendo, bebiendo y engendrando, su vestimenta varonil y libre, su rostro quemado por el sol y barbado, sus gestos fuertes y erguidos”.
Whitman invita a que le admiren desde “Canto de mí mismo”, que ocupaba más de la mitad del libro en su primera edición, a la cual le seguiría una segunda, a finales de 1855, acompañada de sus propias reseñas, para intentar reavivar unas ventas que habían sido casi inexistentes. Eran, claro, recensiones anónimas que el poeta había escrito, después de lograr publicar textos laudatorios en periódicos con cuyos directores tenía confianza, o bien escribiendo él mismo los elogios sin firmar, o bien dando indicaciones para que se redactaran reseñas óptimas con —todo estaba hábilmente planificado— algún comentario negativo para evitar dar la imagen de una flagrante propaganda que, en cualquier caso, le dio un excelente
resultado.