Una condición del espíritu
Para George Steiner, Europa es sobre todo una cultura, un modo de vida que hunde sus raíces en el humanismo grecolatino, pero también en la tradición judía
En las observaciones que Stefan Zweig realiza en su espléndido ensayo El mundo de ayer, y también en la correspondencia con Joseph Roth, aparece por doquier el espíritu de una época. Una época y un destino, el centroeuropeo, de los que quizá George Steiner sea último heredero y más conspicuo continuador. Precisamente porque él y otros centroeuropeos anteriores (pienso en E.R. Curtius o en E. Auerbach como romanistas, pero antes en F. Nietzsche, Wittgenstein, W. Benjamin y Adorno) forman una nómina que reúne a muchos de los que han reflexionado más decididamente sobre lo que significa la cultura europea y la propia tradición grecolatina de la que se sienten herederos. Leyendo a Steiner uno se da cuenta de que Europa es solo accidentalmente una geografía; es sobre todo y podríamos decir que lo es sustancialmente, una cultura, un modo de vida que hunde sus raíces en el humanismo grecolatino, pero también en la tradición judía. Bastaría recorrer los autores que he citado para reconocer que el judaísmo centroeuropeo ha dado el brote reflexivo más importante de la filosofía de la cultura europea del siglo XX (y aun antes, claro está, desde Spinoza).En diferentes momentos de la extensa obra de Steiner hay consciencia explícita de esa realidad. El primero es cuando apela a Sócrates, de quien evoca su muerte, y del que afirma que fue capaz de tal ironía, siendo así que no era judío. Y lo dice porque el judaísmo ha explotado ese fenómeno de la ironía, forma hermana y paralela del pensamiento crítico y fundamento de la mayor parte del ensayismo. He dicho pensamiento crítico, queriendo afirmar con tal adjetivo la indagación pertinaz del otro, sentido como tal otro. ¿Qué puede llevar a Steiner a escribir un importante ensayo sobre Heidegger, siendo así que el más grande de los filósofos posteriores a Hegel fue manifiestamente antijudío, filonazi? Hacer un libro sobre el otro solamente es posible para un intelectual cuya búsqueda de explicación, es como aquella pregunta socrática que le lleva “al otro lado”, a estudiar el pensamiento del que supuestamente sería su enemigo más atroz, pero al que admira por su deslumbrante inteligencia, como le ocurrió a Hannah Arendt.
Europa es un momento del espíritu que Steiner afirma como síntesis de varias culturas. Cito literalmente de su obra Pasión intacta: “El conocimiento europeo, los hábitos europeos de argumentación y reconocimiento, surgen de la transmisión de la antigüedad clásica y del helenismo hacia Occidente”.
Y en otro momento, en el libro que recoge sus diálogos con Ramin Jahanbegloo, afirma: “Europa que ha sido creada por Atenas y Jerusalén”. Jerusalén como lugar del judaísmo, pero también como origen del cristianismo. Y es así porque está prendida al pensamiento crítico que nace en la Atenas socrática de los diálogos platónicos, semilla que fructificó primero en el primer humanismo medieval islámico, continuaría con el humanismo del Renacimiento, se traslada luego a la Ilustración y finalmente desemboca en esa neo-ilustración de la Viena del fin de siglo XIX, cuna de los padres de Steiner. El padre, un judío checo que casa con una vienesa, madre de George, y decide instalarse en París cuando percibe la hostilidad pre-nazi de la sociedad austriaca. El régimen de Vichy le lleva a trasladarse a Estados Unidos donde Steiner se forma primero en el Liceo francés de Manhattan y luego en las universidades de Yale y Chicago, para terminar en Harvard. Coincidían allí, y también en Princeton, toda la Europa judía de la diáspora de Einstein a Lévi-Strauss, de Jakobson a Harry Levin o L. Spitzer.
Europa es la hermenéutica, esto es, la discusión sobre la interpretación de los textos. Es una conversación sostenida en el tiempo: el presente del pasado. Hermenéutica implica historia, pensamiento, saber y sabor de las lenguasPero es más importante el movimiento posterior. Estando bien instalado profesionalmente en las mejores universidades americanas, Steiner siente la necesidad de Europa, y elige volver. En gran parte por una idea que reside en la propia tradición políglota, que le hace no sentirse cómodo con la sola cultura norteamericana, y acepta ser catedrático en Ginebra (un semestre al año, enseñando en francés) y en Cambridge (el otro semestre, en inglés). Steiner es trilingüe. En su casa nos cuenta que se pasaba del alemán al francés o al inglés con toda naturalidad. Las lenguas y literaturas que comparten una cultura común. Eso también es Europa: como Umberto Eco recordaba, “Europa es la traducción”. Es emocionante seguir pasajes del libro autobiográfico titulado Errata. El examen de una vida, en el que Steiner cuenta el empeño de su padre por que leyera a Homero en griego. Ese esfuerzo le llevó a escribir luego libros fundamentales, como el dedicado a las Antígonas europeas, en varias literaturas y lenguas, posteriormente a un libro sobre las traducciones inglesas de Homero, pero también a la espléndida monografía Después de Babel, dedicada a las cuestiones de la traducción. Y no ha de olvidarse tampoco que el primer ensayo que publicó Steiner estaba dedicado a Tolstói o Dostoievski, relacionando a ambos con los géneros épico y trágico, los dos pivotes según Aristóteles de la tradición de la mímesis europea.Hay otra idea de Europa que Steiner va deslizando a lo largo de su obra y que es fundamental para entenderle como ensayista. Cada ensayo suyo está prendido a una cultura no especializada. Está a la vez dentro y fuera de muchas disciplinas humanísticas. No es filósofo, pero cita continuamente a Spinoza o Heidegger; no es sociólogo, pero cita a Marx y a Lukács; no es economista, pero está al tanto de libros de historia económica como los de Saint-Simon, que estudió su padre; no es filólogo, pero Jakobson o Spitzer acuden en su auxilio, del mismo modo que sin ser antropólogo fue quien hizo el prólogo de la monografía Tristes trópicos que hizo famoso a Lévi-Strauss. La cultura de Europa se nutre de las lecturas que Heidegger hiciera de Paul Celan, de F. Hölderlin comentando los textos griegos, de Proust y Joyce leídos por Paul Ricoeur.
Y también la música. Cuando en su conocido libro Presencias reales se opone a la crítica deconstructivista que estaba imperando en Europa y América de la mano de Derrida y de Paul de Man, acude en el centro de su argumentación a Mozart o a Schubert, porque es en la música donde esa idea suya de presencia del espíritu es patente y universal. No hay una sola nota en el Fígaro de Mozart, advierte en otro lugar, que no nos lleve a lo hondo humano. Igual que Shakespeare, ese otro gigante al que ha dedicado distintos ensayos y enseñaba en sus clases.
Tomaré una idea de sus lecturas de Shakespeare para cerrar este artículo sobre el pensamiento crítico europeo. Dice Steiner, comentando a Shakespeare que un clásico es el que nos desafía, el que nos lee. Más que nosotros lo leemos, el clásico es el que nos interroga, incluso aquel que es sometido a malas interpretaciones, porque nunca hay seguridad de haber acertado del todo. Por eso atraviesa los siglos, porque su significancia va más allá de los sentidos de cada época. Ya hemos llegado al fondo del asunto: Europa es la hermenéutica, esto es, la discusión sobre la interpretación de los textos (por tal cosa ha sido importante para ella la cultura judía que se ha educado en esa labor). Es una conversación sostenida en el tiempo, porque Europa es como un clásico: el presente del pasado. Hermenéutica implica historia, pensamiento, saber y sabor de las lenguas, interpretación de textos, crítica sobre ellos. Aunque no hay hermenéutica posible sin libertad. Es la libertad de pensar la que lleva a la interpretación y de ella se alimenta. La libertad es hambre de saber, pero también el alimento que lo nutre. Por eso es tan importante un sustantivo-adjetivo que hoy parece casi perdido: europeo es el hombre o mujer, el ser humano que se sabe librepensador. Europa es una condición del espíritu y no una geografía. Cuando no tengamos a gente como Steiner la luz europea se irá apagando.