Viñetas para no dormir
Unos comic books periódicos —actualmente reeditados por varios sellos— sobresalen sobre los demás, Tales for the Crypt, The Vault of Horror y The Haunt of Fear. La fórmula era sencilla: un personaje entre burlón y tétrico te contaba una historia sangrienta o espeluznante durante seis u ocho páginas. Acabada la Guerra Mundial, los primeros superhéroes habían colgado sus capas y era cuestión de mirar a otros lugares. El prolífico y reputado autor e historiador de cómics Pepo Pérez señala los nutrientes de aquella época donde prolíficos autores y dibujantes como Harvey Kurtzman, Graham Ingels o Wally Wood empezaban a hacer de las suyas. “Los cómics de terror y horror de aquella época, y no solo los de EC (hubo muchas otras editoriales que los publicaron, y antes que EC) me parecen los más genuinos, por ‘primitivos’ y brutales. Tuvieron su origen en algunas de las historietas más sangrientas publicadas en las colecciones de crimen, como la seminal Crime Does Not Pay y otras, que relataron algunos crímenes reales recreándose con especial detallismo truculento”. A finales de los años sesenta y primeros setenta, donde todo vuelve a saltar por los aires, las censuras se ven atacadas y el género tiene un revival y una reelaboración de códigos impresionante. “No sólo fue en el cómic —matiza el autor de El Vecino (Astiberri)—. Hubo varios factores culturales: la mitificación nostálgica de los cómics de horror de los primeros cincuenta, el revival de los monstruos del cine, con rescate de títulos de los años treinta, el culto a las películas de la productora Hammer y de la factoría Roger Corman, y la reposición de films como Freaks, de Tod Browning, que fue rechazado con espanto en su estreno en 1932 y canonizado como ‘clásico’ en los años sesenta, la década donde los freaks se hicieron visibles gracias a la nueva subjetividad que trajo la contracultura”. Esta moda se extendió hasta bien entrados los setenta, llegando a contaminar hasta a los revividos superhéroes que incorporaron monstruos clásicos del género. Creepy, Eerie o Vampirella eran revistas con nuevas claves fantásticas y mayor erotismo. Un dibujante destaca sobre los demás: Richard Corben. Su Den es una pieza clave en la narrativa gráfica. En España, que dio autores que llegaron a colaborar profusamente en el cómic norteamericano y a hacer las maravillosas portadas de aquellas revistas (Esteban Maroto, José González, Víctor de la Fuente, José María Beà….) se publican revistas como Dossier negro, Rufus, Vampus y ediciones nacionales de otras norteamericanas. En Italia se hacen buenas adaptaciones de Poe y de otro de los literatos que más ha influido en el género, el norteamericano H. P. Lovecraft. La llamada de Cthulhu fue bien adaptada por Alberto Breccia.
Los años ochenta suponen la revisión del género y la muerte de muchas de aquellas publicaciones. Desde entonces y hasta hoy, escritores como Allan Moore revitalizan uno de los mejores personajes surgidos exclusivamente del cómic añadiéndole dimensión metafísica. Otros, como Frank Miller, incorporan elementos tétricos y oscuros a personajes que se habían pasado al lado camp en los sesenta, como Batman y Daredevil. O su Sin City, otra obra cumbre posmoderna donde el género negro se mezcla con el terror, adaptada por él mismo al cine. Neil Gaiman y su The Sandman es heredero de estos maestros. Mientras tanto, en Japón, donde lo macabro y siniestro tiene sus propias connotaciones, aparecen autores de primerísimo nivel, como Junji Ito o Hideshi Hino. Aunque el mejor, más original e inquietante de la escuela nipona actual es Suehiro Maruo. También el cómic independiente norteamericano incorpora autores que le dan otra vuelta al terror: más cotidiano y metafísico. Daniel Clowes o, sobre todo Charles Burns, aportan obras singulares como David Boring, Agujero negro o Sugar Skull. David Lynch y su concepción de lo siniestro planean sobre ellos.
«La primera edad de oro del género mantuvo su pulso hasta la mitad de los años cincuenta, cuando se crea el ‘Comic Code’: un mecanismo de censura que echó durante mucho tiempo al crimen, la sangre, el sexo y lo macabro de los cómics norteamericanos»“Realmente no creo que en la actualidad el género tenga ya mucha relevancia —afirma Pepo Pérez—. Sí veo a algunos autores de novela gráfica que usan ciertos códigos del cómic de horror para tratar alegóricamente sus temas personales. Si tuviera que hacer un menú para iniciar a alguien en el género elegiría Tales from the Crypt, la recopilación de las historias de terror que hizo Corben para Creepy, publicada en España por Planeta, la saga de La cosa del pantano de Alan Moore y Stephen Bissette, Hellblazer de Jaime Delano o John Ridway, La sonrisa del vampiro, de Maruo, Panorama infernal, Hideshi Hino y The Walking Dead, de Robert Kirkman, Tony Moore y Charlie Adlard, cómic que ha inspirado la famosísima serie televisiva”, receta este erudito profesor de Derecho y de Bellas Artes.Pedro Rodríguez Ruiz, de la librería En Portada Cómics, cree que el terror es “un género estable que se mantiene lo justo y no come terreno al resto de los géneros. Quizás actualmente la visión nipona sea la que mejor ocupa el mercado, con un terror más malsano y adulto”, añade este vendedor y aficionado al cómic, quien destaca a la pequeña editorial Diábolo y sus reediciones y homenajes al género de la época clásica como uno de los principales referentes actuales. “¿Que si dan miedo todavía los cómics de terror? Más bien te desatan un íntimo y escondido placer. Lo importante es que haya buenas historias y te las cuenten y dibujen bien. Es un género que debería llegar a más público, porque hay obras de mucha calidad”, concluye Rodríguez.
Miedo o escalofrío, placer malsano o simple divertimento, el terror en viñetas sigue vivo. Quizás más mezclado con modas y otros géneros. Pero aquí y allá siempre puede haber un recurso, una sombra, una presencia inquietante, algún rostro helado, como sacado de tus peores pesadillas que, al menos por una noche, te haga cubrirte la cabeza con las sábanas.